Sergio Massa baja la vara y no se baja

El ministro presidenciable se hamaca y recalcula entre las llamas de la economía. De la promesa del tres y pico de abril al menos de 7,7 en mayo. Garante de la estabilidad, la nueva meta.

Suele decirse que una imagen vale más que mil palabras, pero a veces lo real es lo contrario, sobre todo cuando la foto es un recurso impostado para emitir un mensaje político que no puede creerse a pie juntillas. Es el caso de las instantáneas que divulgó ayer el Gobierno para poner fin a cuatro días de tensión severa entre Alberto Fernández y Sergio Massa.

Una de las fotos muestra al Presidente con la mano sobre el hombro del ministro de Economía, quien parece dominante en la escena. Otra, los muestra a ambos sonrientes, pero también distantes. Esta última fue la que eligió la vocera Gabriela Cerruti para hacerle bulliyng al periodismo que informó correctamente sobre el mencionado y repetido entredicho.

Si, contra el sentido común de esta era, la imagen podría estar sobrevalorada, hay que prestar atención a las palabras, las que Massa le planteó abiertamente a Fernández desde el lunes a la noche y en repetidos contactos posteriores. Como advertía el tuit que replicó Malena Galmarini, finalmente borrado por el emisor original: «Massa se queda hasta el final porque el final es cuando se vaya Massa”.

La tregua no es la paz

Como ministro de Economía y como político decidido, pese a todo, a ir a fondo con su chance presidencial, Massa se juega el todo por el todo para que la economía no se le vaya de las manos. Tanto es así que su vieja definición de que «es incompatible» ocupar ese cargo y a la vez pelear por el poder ya no debería ser tomada demasiado a pecho. Esas eran cosas que el funcionario señalaba cuando pateaba afuera la pelota de su posible postulación. Si la macro no se desmadrara más de lo que ya está y si Cristina Fernández de Kirchner extendiera al plano electoral el respaldo reservado pero fuerte que brinda a la gestión –reeditado ayer en un encuentro sin fotos–, el lema «Massa 2023» se haría realidad. ¿También como ministro, al menos todo lo que el proceso electoral lo permita? Lo está evaluando y tal vez así sea porque, al fin y al cabo, ¿quién podría asegurar mejor que él mismo que la crisis no se convierta en algo más?, piensa el propio interesado.

Fernández lo convocó a Olivos para aplacar el enojo de quien siente que desde la cúpula del poder no se deja de patear en contra del interés común del Frente de Todos. A no engañarse, ni siquiera si lo afirma la autorizada palabra de Cerruti: el episodio de Antonio Aracre no se trató solo de una infidencia off the record del malhadado exjefe de Asesores de la Presidencia. De hecho, sin ofender, sería sobreestimar al ex-Syngenta el atribuirle in totum la operación que lo presentaba como nuevo titular del Palacio de Hacienda con un plan de estabilización llave en mano que habría incluido una megadevaluación del tipo de cambio oficial con posterior desdoblamiento dual del mercado… todo en un contexto cambiario tan volátil.

Así, la tregua de las fotos de las miradas esquivas no es paz. Massa se esfuerza por comprender que el Presidente no dé todavía el brazo a torcer con la indefinición sobre su reelección, por absurda que resulte dada su imagen negativa superior al 70%. A propósito, ¿seguirá encaprichado el hombre en la reunión de hoy de la mesa del PJ? Como sea, lo que el funcionario ya no le tolera, y así se lo dijo varias veces en los últimos días, son las operaciones en su contra, los offel doble discurso de deplorar el ruido político sin dejar de generarlo, que el jefe de Estado juegue un día con la postulación de Daniel Scioli y al siguiente con la de Agustín Rossi y, sobre todo, que en el medio de su puja con CFK se lleve puesto su propio gobierno.

Los próximos pasos

Al revés de lo que parece cuando habla, en su versión silente, CFK muestra conciencia sobre lo delicado que es el momento y apoya medidas que, muchas veces, no son del gusto de la facción izquierda del panperonismo. El esperado anuncio de una revisión general de las metas contenidas en el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) sería del agrado de la vicepresidenta, además de un acto de estricto realismo en el contexto de una sequía que tensa al máximo la crisis permanente. De hecho, el Gobierno habría incumplido la meta fiscal en el primer trimestre.

Quien sigue sin creer que Cristina podría levantarle el brazo a Massa para ungirlo como presidenciable es el ansioso Eduardo «Wado» de Pedro, quien trató de anticiparse a lo que sabe que se cocina entre Buenos Aires y Washington para atribuirse algún mérito cuando eso se anuncie.

La definición de Massa, por sí –como él lo desea– o por no –como podría ocurrir si las cosas fueran mal– se produciría en la primera quincena de junio, no mucho antes del cierre de listas. Para entonces, el INDEC ya habría anunciado o se dispondría a anunciar el IPC de mayo, que el ministro espera que muestre una reducción respecto del 7,7% de marzo y de lo que sabe que seguirá mal este mes. La estacionalidad debería jugarle a favor, pero hay que ver qué pasa con los reflejos remarcadores de una Argentina que no duda sobre lo que debe hacer cuando el dólar libre sube como un barrilete cósmico.

La aporía de Massa

Para ser candidato, el ministro necesita poder echar mano a la narrativa de que, en tanto tal, es el garante de una «estabilidad» –por llamarla de algún modo– trabajosa, la posible en este contexto. Mientras, como eventual presidente sería capaz de asegurarla de verdad.

Un problema, como hemos dicho en Letra P este miércoles y el martes, es que las propuestas de presidenciables relevantes como Patricia Bullrich –salida brusca del cepo– y Javier Milei –una dolarización hiperinflacionaria– le echan leña al dólar. Con Massa en partido, la tentación de la gente pícara de embarrar más la cancha podría incrementarse.

Massa, sin embargo, cree que ese escenario de campaña podría servirle para sincerar quién es quién ante eventuales movidas desestabilizadoras. Para eso necesita que su definición de la estabilidad posible y la que podría conseguir no devenga en una aporía.

No le resultará fácil. Según un interesante trabajo de la consultora Ad Hocla dolarización que propone el minarquista –una que inquieta hasta al Círculo Rojo– se hizo dominante en los diálogos de las redes sociales en la última semana… curiosamente –o no– en paralelo con el recalentamiento del blue.

Mucho más que Aracre

Como ya contó este medio, los desequilibrios macroeconómicos y los factores vinculados a la campaña pesan mucho más que el “factor Aracre” para explicar el conato de corrida contra el peso de los últimos días. Por eso, caído en desgracia este, el tipo de cambio ilegal siguió subiendo, lo mismo que los paralelos legales, el «contado con liquidación» y el «MEP» o «bolsa».

En lo que constituye uno de los aspectos más controvertidos de la política económica, el Gobierno volvió a operar sobre los segundos a través de la venta de títulos públicos a precios de remate; de la negociación de esos bonos en pesos y en dólares, recordemos, surgen esos tipos de cambio. El blue, de circulación mucho menor, es más elusivo y solo puede ayudar algún llamado a ciertas cuevas grandes. Como sea, todo terminó pum para arriba.

El ritmo del blue sería insostenible si se mantuviera, aun cuando es más relevante para generar titulares y erizar nervios que para incidir –al menos en teoría– en la formación de precios. El problema es que el minimercado de acá a la vuelta no entiende eso y tiene miedo de no poder reponer su stock la semana que viene… Durante la rueda, ese dólar llegó a tocar los 440 pesitos.

Si la inflación se recalienta y los tipos de cambio alternativos hacen lo propio, el Banco Central no tiene más remedio que acompañar con una suba de tasas, lo que de hecho, no sin idas y vueltasconcretó este miércoles. La idea es hacer el peso más atractivo para los inversores, de modo que los plazos fijos no pierdan la carrera con la inflación esperada. Eso es clave para desalentar el pase al dólar y, para nada menor, impedir una salida de depósitos de los bancos.

En el día de las fotos, se conoció anoche una de Massa con Miguel Pesce¿Se vienen más medidas?

Mucho más que el blue

El drama cambiario de fondo se vincula, como tantas veces hemos repetido en este newsletter, con una aguda escasez de reservas en el Banco Central. El «dólar agro» era una parte del puente financiero necesario para atravesar lo mejor posible meses en los que la sequía pegará duro sobre las exportaciones de soja. El ruido de los últimos días –esto es la perspectiva de una escapada de corto o de mediano plazo del dólar oficial– hizo que las cerealeras paralizaran totalmente sus liquidaciones el miércoles.

El jueves, sin embargo, volvieron a vender dólares en el mercado mayorista, pero por apenas 72,2 millones. Así, el Central solo pudo sumar 44 millones de dólares a sus reservas, poco más que nada. A este paso, llegar a la liquidación esperada de 5.000 millones de dólares en un mes y medio va a ser imposible.

Ante este escenario, el BCRA sigue raspando el fondo de la olla y acaba de decidir un diferimiento del pago de servicios y fletes por 2.000 millones de dólares.

El malestar en la economía

Bajemos un poco a la calle. Como ya reseñamos, hasta la CGT se siente compelida a decir algo y el enojo crece entre los movimientos sociales. El sustrato de todo eso es la inflación –que Cerruti salió a explicar en Instagram con poco suceso– y el incremento, todavía mayor, de la canasta básica alimentaria: 9% en marzo y 120% en los 12 meses precedentes.

Así, para no caer en la indigencia, una familia tipo necesitó el mes pasado 87.719 pesos para no caer en la indigencia y para no ser pobre, casi $200.000.

El momento es durísmo. ¡Hagan algo!

(Nota publicada en Letra P).