El recreo offshore llega a su fin y el Gobierno vuelve al barro de la interna

(Foto: Noticias Argentinas).

Tras las mieles de Lula y la CELAC, Fernández recibe a Scholz, pero la grieta recargada con la oposición y la puja sorda con CFK vuelven a levantar vuelo.

Alberto Fernández culminará este sábado su «momento internacional», uno que ha sentido como rutilante. Después de la fructífera visita de Luiz Inácio Lula da Silva y el relanzamiento de la relación con Brasil, así como de la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y el final de su presidencia pro tempore, recibirá al canciller –»primer ministro»– alemán Olaf Scholz. Será el tercer encuentro entre ambos, pero el primero en el país, algo que tiene como último antecedente el arribo de Angela Merkel en 2017. El socialdemócrata llegará acompañado de una comitiva de 70 personas, entre ellas 30 que pertenecen al empresariado interesado en explorar oportunidades de negocios en energía y agroindustria.

El encuentro se produce justo cuando Lula da Silva trata de apaciguar la ansias librecambistas de Luis Lacalle Pou prometiendo reflotar el firmado, pero nunca aplicado, tratado de libre comercio (TLC) entre el Mercosur y la Unión Europea, uno que no desean demasiado ni Brasil ni Argentina ni los países de ese bloque más jugados al proteccionismo agrícola. La retórica al respecto está asegurada.

Ni bien el canciller alemán parta para continuar su gira en Chile y Brasil, la música dejará de sonar y el recreo diplomático terminará. Llegará la hora de que el Gobierno vuelva a la áspera realidad del día a día.

Con abundante rifirrafe y grieta hardcore, como se esperaba, comenzó ayer el procedimiento del juicio político a los cuatro miembros de la Corte Suprema en la comisión respectiva de la Cámara de Diputados. Al formar cuórum, el Frente de Todos demostró que tendrá mayoría –ajustados 16 votos sobre un total de 31– para aprobar un dictamen acusatorio, pero todo indica que el proceso naufragará cuando el pleno vote para formalizar la acusación. Juntos por el Cambio (JxC) denunció que todo responde a una puesta en escena y, en cierta medida, eso es cierto: el oficialismo pretende exponer a los magistrados ante el tribunal de la opinión pública por todo el tiempo que le resulte posible, con la esperanza de que el tema cale en sectores sociales que, a priori, parecen más preocupados por sus condiciones de vida que por la precaria salud institucional de la república. Fallos polémicos, sentencias con infaltable sesgo partidario, presuntas relaciones non sanctas con sectores de la política y hasta supuestos conflictos de intereses serán expuestos una y otra vez.

El jueves próximo hablarán los autores de los proyectos –14 en total– que piden la remoción del presidente del cuerpo, Horacio RosattiCarlos Rosenkrantz, Juan Carlos Maqueda Ricardo Lorenzetti. Este último será objeto de un pedido de destitución independiente y en minoría de la Coalición Cívica, motorizado por su enemiga Elisa Carrió. Luego, el 9 de febrero, se tratará la admisibilidad del procedimiento.

¿Todo vuelve?

La pelea entre Cristina Fernández de Kirchner y Alberto Fernández durante el «momento internacional» del Gobierno no solo se expresó en la decisión de Lula da Silva de evitar ser tomado como escudo humanoEduardo de Pedro, hijo de una pareja desaparecida, se enojó volcánicamente con el Presidente por no haber sido invitado al encuentro que el brasileño mantuvo con representantes de los organismos de derechos humanos. La usina informativa hizo coincidir a Clarín y a Página/12 en la expresión atribuida al ministro del Interior: Fernández «no tiene códigos».

Quedará para los involucrados determinar si esa acusación es cierta, pero cabe recordar que miembros albertistas del elenco de gobierno le reprocharon durante mucho tiempo al jefe de Estado no haber reaccionado ni respondido como entienden que debería haberlo hecho cuando De Pedro gatilló, con la presentación intempestiva de su renuncia en septiembre de 2021, un vaciamiento del gabinete destinado a darle mayor protagonismo en su diseño a la vicepresidenta. Esas personas memoriosas nunca dejaron de atribuirle al mercedino, justamente, «falta de códigos».

Para tratar de bajarle los decibeles al asunto, la portavoz Gabriela Cerruti atribuyó todo lo publicado a “inventos periodísticos». La vocería se ha convertido en un asunto predecible.

Como sea, De Pedro se quedó sin una foto que, cree, le habría servido para cimentar sus aspiraciones presidenciales y una vieja pelea de facciones destraba un nuevo nivel, algo que no debe ser minimizado.

Por si fuera poco, la economía

Antes, durante y después de la fiesta offshore que el Gobierno ve llegar a su fin, la economía siempre está. El plan de recompra de deuda de Sergio Massa continúa y desde su anuncio, el riesgo país cayó 5%, aunque por ahora sigue demasiado alto.

Mientras, en un efecto no precisamente casual, los tipos de cambio legales y negociados en bolsa –sensibles a las operaciones con los títulos públicos de marras– finalizaron la rueda de ayer en baja, algo que contrastó con la tendencia al alza del ilegal blue, que avanza imparable hacia los 400 pesos.

Lo más relevante desde el punto de vista de la inflación es lo que ocurra con el dólar oficial y, en segundo lugar, con el «contado con liquidación», pero el blue poner nerviosa a la gente, genera titulares y también forma expectativas. Atención.

El oficial –su nivel– también es un problema. Para sostenerlo, el Banco Central sigue vendiendo, 130 millones de dólares solo ayer, lo que hizo que en solo ocho ruedas se fueran los 284 millones que había adquirido y sumado a sus ajustadas reservas en la primera quincena del mes.

Si de reservas se trata, todo suma: Massa y el canciller Santiago Cafiero escucharon de boca del embajador saudita Hussein Mohammad Abdulfatah Alassiri y de directivos del Fondo Saudita para el Desarrollo (SFD) la intención de financiar obras en energía y salud alimentaria por 500 millones de dólares.

(Nota publicada en Letra P).

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