LA QUINTA PATA | La receta económica de Juntos por el Cambio para su segundo tiempo

(Foto: Noticias Argentinas).

Nombres y planes. Aprendizaje del pasado y estrategia de alto riesgo a futuro. ¿Qué pasaría con las tarifas, los fondos para las provincias y las jubilaciones?

La autoexclusión de Cristina Fernández de Kirchner del proceso electoral del año que viene dejó al panperonismo en estado de confusión. Ese movimiento, más el delicado momento económico, amplían el favoritismo de Juntos por el Cambio. Si se hace más probable que la alianza de centroderecha pueda jugar su segundo tiempo en el poder, se impone indagar en los planes económicos que se elaboran en las diversas cocinas de ese espacio; Letra P se dio a esa tarea.

Corresponde poner en primer lugar los preparativos de Horacio Rodríguez Larreta, quien cuenta con Hernán Lacunza como coordinador de un equipo amplio. Este último conversa también con Mauricio Macri y con otra referente que no se baja por ahora de la pelea: quien fuera su jefa como gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal. Los tres están al tanto de esas relaciones.

Según recogió Letra P, esa es una marca de los preparativos económicos para el segundo tiempo: si bien hay precandidaturas diversas, los y las economistas de los diferentes campamentos mantienen un diálogo fluido, del que surgen consensos sobre lo que vendría.

Macri es un enigma. El exmandatario, que aprovecha el Mundial para tomar distancia de las especulaciones, definiría hacia marzo si le da alas a su deseo de revancha o si se conforma con darle forma –o intentarlo, al menos– a un posmacrismo que reivindique parte de su legado. Cuentan que hay días en los que el ingeniero hace preguntas muy puntuales sobre la coyuntura –lo que indicaría una inclinación a competir– y hay otros en los que parece sobrevolarla livianamente.

Rival de Larreta –y, dijo, eventualmente también de Macri–, Patricia Bullrich cuenta como referente económico a Luciano Laspina. En el mundillo económico de JxC hay intriga respecto de qué pretende la líder del ala dura cuando habla de una economía con libre elección de divisa.

Esa idea es descabellada: una convertibilidad o una dolarización implicarían un salto inicial del tipo de cambio a más de 2.000 pesos. Eso sería insostenible en términos sociales, mientras que el paso intermedio de la libertad para pactar monedas llevaría a un abandono masivo del peso y a una hiperinflación. Así las cosas, solo puede conjeturarse que dice lo que dice para acercarse al dolarizador Javier Milei. Apuntaría, en tal caso, a enviar un mensaje político, mientras que el económico debería desecharse.

Los radicales también trabajan: Gerardo Morales, con Eduardo Levy Yeyati y Facundo Manes, con Marina Dal Poggetto.

Puntos de partida

Todas las tribus económicas de JxC –e incluso el propio Macri– coinciden en un punto: los errores del primer tiempo no pueden repetirse. Ellos fueron producto de la dispersión de la política económica, lo que llevó a que el Banco Central estableciera metas de inflación ambiciosas, Energía subiera a lo loco las tarifas e la conducción política impusiera la suba del gasto para aceitar la relación con las provincias. Si gana, habría conducción centralizada y «consistencia macroeconómica».

De las consultas realizadas, se pueden distinguir cuarto ejes de acción comunes a los diferentes sectores.

El primero indica que la crisis es tan profunda y que el peligro de que se desmadre –vía dólar, deuda del Tesoro en pesos e inflación– hace que el dilema entre shock y gradualismo resulte ya abstracto. El propio Rodríguez Larreta ha dicho que su eventual administración no contaría con los consabidos «cien días de luna de miel» y que las decisiones fundantes y dolorosas deberían adoptarse en «cien horas». Cae de maduro: será shock.

El segundo eje establece que las políticas sectoriales serían importantes, pero que mandaría lo macro y, dentro de esto, la estabilidad del tipo de cambio. El cepo es considerado un obstáculo para el desarrollo, pero no sería levantado hasta que no haya reservas suficientes, de modo de evitar el salto al vacío del overshooting y la hiperinflación. Con todo, la actual dispersión de tipos de cambio especiales es observada como un problema serio, lo que permite esperar una tendencia a la “corrección” del oficial, crecientemente visto como insuficiente y reñido con la idea de la «consistencia» macroeconómica y la necesidad de generar dólares comerciales.

El tercer elemento, que abona la idea del shock, es no quedarse a mitad de camino por autolimitaciones políticas, temor a reacciones sociales o divergencias ideológicas.

El cuarto termina con lo que en la interna se descalifica como «vivir con lo nuestro». Que el país no vaya a contar por cierto tiempo con financiamiento privado en los mercados internacionales hace que haya que buscar divisas en las exportaciones. Para eso, la economía sería más abierta que nunca al comercio y la inversión extranjeras. Los obstáculos serían la mirada de Luiz Inácio Lula da Silva sobre el Mercosur y un mundo más bien dado al proteccionismo.

El rostro del shock

El equilibrio fiscal y el fin del financiamiento del Banco Central al Tesoro –la «maquinita»– se conseguirían en un año. El ajuste –impactante si se tiene en cuenta que, de acuerdo con el pacto con el FMI, 2022 cerrará con un rojo de 2,5% del PBI– sería el ancla de las expectativas y, se supone, la garantía de que el dólar no se escape. 

¿De dónde saldrían los recortes? Para analizar eso hay que observar los ítems que dieron cuenta en los últimos años del mayor incremento del gasto.

De movida, los subsidios a la luz, el gas, el agua y el transporte. Cabe esperar una reducción radical y veloz de los mismos, que supere largamente la segmentación de Sergio Massa.

Adicionalmente, deberían reducirse los aportes de la Nación a las provincias –lo que recortaría el abanico de alianzas– y el financiamiento del Tesoro a las deficitarias empresas públicas. En este último asunto, Macri y otros referentes del sector ya anunciaron, por caso, que privatizarían Aerolíneas Argentinas, pero incluso eso supondría de entrada el «adelgazamiento» de estructuras que consideran sobredimensionadas.

Un punto sensible son las jubilaciones. El propio Larreta dijo en junio que pretende «avanzar en transformaciones estructurales: modernizar el sistema laboral (y) garantizar que el sistema previsional sea sustentable a mediano y largo plazo».

Todas las reformas de la fórmula de cálculo de las jubilaciones dicen querer beneficiar a nuestros viejos y viejas, pero en verdad se plantean para ahorrar. Así lo hizo Macri en 2017, así lo hizo el Frente de Todos en el inicio de su gestión y así lo haría un nuevo gobierno de Juntos por el Cambio.

Respecto del presente, cabe citar un informe reciente del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (IARAF), según el cual «las prestaciones de la seguridad social sufren una importante caída de participación en el gasto primario (establecido en el Presupuesto 2023), de 6,2 puntos porcentuales».

Esa caída, parte del ajuste en curso, luego puede compensarse con sumas fijas que alivian a los beneficiarios y beneficiarias en el corto plazo, pero que no actualizan los ingresos de modo permanente. El problema para la próxima administración es que la fórmula de Todos «funciona» para reducir el gasto porque la inflación va para arriba: al recalcular las jubilaciones en base a la variación trimestral de los salarios y la recaudación de la ANSES –mitad y mitad–, en la medida en que los precios nuevos le ganan a sueldos viejos, el primero de esos componentes asegura el atraso. 

Ahora bien, como Juntos por el Cambio promete derrumbar la inflación, cabe concluir que habrá una nueva reforma.

¿Qué sendero inflacionario se dibuja? Reducir el IPC anualizado del último trimestre de 2024 a un tercio de la cifra con que cierre Alberto Fernández en 2023. Si esta última fuera de 100%, por caso, en el último trimestre debería darse un IPC que implicara un 30% en su proyección anualizada, algo diferente que decir que los precios solo crecerían en 2024 en esa medida. En tanto, la meta de cerrarla a menos del 10% quedaría para el final del mandato.

Ese objetivo supondría un enorme esfuerzo fiscal que pondría a prueba la paciencia de una sociedad castigada y la capacidad de resistencia de una eventual oposición peronista. Sin embargo, las encuestas le dan a JxC un aliciente: si el Frente de Todos repitiera en la primera vuelta su desempeño de las legislativas del año pasado, ese sector no tendría mayoría –poder de veto– en ninguna de las dos cámaras por primera vez desde el retorno de la democracia.

(Nota publicada en Letra P).

Anuncio publicitario