El brexit y Malvinas: una buena y lo que viene

Aunque no implicaba una toma de postura deliberada acerca de la disputa sobre la soberanía, el reconocimiento por parte de la Unión Europea (UE) de las islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur como “territorios británicos de ultramar” era una estaca clavada desde largo en el corazón de la Argentina. Ahora, consumado el acuerdo de brexit, que regulará el vínculo entre el Reino Unido y el bloque desde el próximo viernes, la herida empieza a cerrar: dichos territorios arrebatados por Londres y sujetos a un reclamo de descolonización en la ONU que Londres ha desoído de manera impune ya no gozarán de ese aval.

El entendimiento, que cerró los aspectos comerciales del divorcio, establece en su artículo VII qué territorios quedan y no quedan alcanzados por las disposiciones y, en ese sentido, en el punto 4, señala que “no aplica a los territorios de ultramar que tengan relaciones especiales con el Reino Unido”, colonias entre las que menciona a esos territorios argentinos.

El canciller Felipe Solá no se arrogó eso como un éxito diplomático, porque el resultado fue producto de otras dinámicas, pero sí lo celebró en Twitter. Aludió de ese modo a las gestiones de la diplomacia nacional destinadas a meter presión en pos de un objetivo que no estaba asegurado de antemano. De hecho, el Foreign Office, empeñado en que las colonias se autosustenten y no insuman recursos de la metrópoli, insistió y mucho para que el desenlace fuera diferente.

Otros intereses ayudaron, por concomitancia, a la causa argentina. Por caso, en el mismo texto –punto 3– se deja constancia de que “este Acuerdo no se aplica a Gibraltar ni tiene efectos en su territorio”. La referencia, claro, es al enclave británico en el extremo sur de España, uno capturado en base a una historia diferente a la de Malvinas y colonizado de un modo tan intenso –tiene unos 35 mil habitantes– que constituye un nudo aun más difícil de desatar que el que intriga a la Argentina. Aquí, los kelpers implantados, que se reivindican como un pueblo con derecho a la autodeterminación, ni siquiera podrían llenar el Gran Rex. El país necesita aliados para que esa ocurrencia no pase del plano de los deseos de los isleños.

“La Unión Europea fue totalmente intransigente para excluir a la mayoría de los territorios de ultramar en las negociaciones comerciales, pero ustedes no serán olvidados ni dejados de lado”, les prometió a los kelpers el primer ministro británico, Boris Johnson, en un mensaje de Navidad.

Habrá que ver ahora cómo se las ingenia el jefe de Gobierno conservador para cumplir con su palabra ya que las consecuencias de corto plazo pueden ser severas para las islas: en efecto, estas obtienen el 60% de sus ingresos de las exportaciones de pescado al bloque europeo. La carne de oveja ese mercado es el segundo producto malvinense de exportación.

En concreto, que las islas arrebatadas a nuestro país queden fuera de los alcances del entendimiento implica que sus productos, a diferencia de los británicos, pagarán desde el 1 de enero aranceles de entre 6 y 18% para ingresar a los 27 países de la UE. Además, que ya no gozarán de cupos para sus exportaciones ni tendrán acceso a aportes para el desarrollo. Las Malvinas serán, entonces, una colonia más desnuda que antes.

Más allá de la cuestión Gibraltar, las gestiones del alto representante de la Política Exterior y de Seguridad de la UE Josep Borrell –además excanciller español y hombre de muy buena relación al presidente Alberto Fernández– apuntaron a no dejar totalmente desprotegido al potente sector pesquero español, que, en pos de un brexit negociado y no de facto, debió conformarse a que el entendimiento incluyera la entrega a las flotas británicas del 25% de las cuotas de extracción en aguas comunitarias durante los próximos cinco años y medio. Solo para la flota pesquera de la Comunidad de Galicia, eso supone pérdidas superiores a los 190 millones de euros. ¿Será el gesto europeo hacia la Argentina respecto de los “territorios británicos de ultramar” el preludio de una mayor cantidad de pedidos de licencia de pesca, no solo españoles, a nuestro país?

He ahí un posible beneficio de lo ocurrido. Pero hay más.

Ventanas

Los divorcios nunca son del todo civilizados y quedan rencores. El brexit incluso le provocó en su momento una zozobra fuerte al bloque continental y el temor a que ese solo fuera el comienzo de otros desgajamientos. Un proceso suave y muy ventajoso para Londres sería, en ese sentido, un mal precedente para Bruselas. Así, la relación con la Argentina podría valer en lo sucesivo algo más.

El brexit supone que el Reino Unido reasumirá funciones soberanas en una materia amplia de cuestiones, desde lo migratorio, lo sanitario y lo presupuestario hasta lo comercial y lo legislativo. En su porfía, Johnson, uno de los abanderados de ese proyecto aprobado en un referendo apretado y lleno del veneno de las fake news en el debate público, confió en las promesas de Donald Trump, quien fogoneó el proceso desde la Casa Blanca en base a la promesa de regalarle al Reino Unido un tratado de libre comercio que le permitiera, a la vez, cambiar el acceso al mercado europeo por el estadounidense y afianzar la “relación especial” entre ambos países.

Sin embargo, los sueños de perpetuidad de la nueva derecha internacional se apagaron el mes pasado con el triunfo del demócrata Joseph Biden, quien se muestra poco proclive a ese tipo de entendimientos.

Eso, desde ya, no significa que vaya a dejar de lado una alianza como la que Estados Unidos mantiene con el Reino Unido, probablemente la más sólida y permanente que exista entre dos países del mundo, pero sí que podría ponerla en segundo plano en alguna medida en pos de las ventajas de un lazo más estrecho con la UE, estropeado por Trump y más valioso en lo comercial y en materia de seguridad, no proliferación nuclear y asuntos diplomáticos.

(Nota publicada en Letra P).