La nueva señal de Fernández: no tocar el dólar para no romper más la economía

De local, en su despacho de la quinta de Olivos, pero a la vez de visitante en el programa insignia de un canal como Todo Noticias, que no evitó describir como un destacado excavador de la grieta, el presidente Alberto Fernández se prestó el miércoles a la noche a una extensa entrevista en la que repasó los principales temas nacionales. En lo económico, dejó varias definiciones importantes y una interpretación verosímil: después del arreglo de la deuda, el objetivo principal, en el que descansa el destino de su estrategia, pasa a ser el dólar. Ponerlo de una vez bajo control es la llave que permitiría evitar un desmadre todavía mayor en la Argentina.

“No, no está en mis planes”, respondió en referencia a una devaluación del peso. De una depreciación brusca, cabría aclarar, ya que en la práctica el Banco Central lleva a cabo cada día pequeñas correcciones de la cotización para acompañar la inflación de modo de evitar un atraso cambiario. Con todo, cabe destacar que su frase resultó más prudente que lo habitual en presidentes que se sienten entre la espada y la pared en esa materia. No haber dicho que ese evento, siempre de ruinosos efectos inflacionarios, está totalmente descartado lo diferenció de muchos de sus predecesores: sabe que no siempre querer es poder.

Sin embargo, el Central no deja de vender reservas en medio del apetito de unos cuatro millones de argentinos que en las dos primeras semanas de cada mes se abalanzan sobre el cupo de 200 dólares establecido en el marco del cepo. La tendencia parece insostenible dado es escaso nivel de reservas netas de la autoridad monetaria –unos 8.000 millones de dólares–, pero el presidente evitó esta vez recaer en el error de hace pocos días, cuando sugirió la posibilidad de restringir más las compras. “Yo no lo haría más duro”, volvió sobre sus pasos al hablar de un cepo que dijo haber heredado y no desear para el mediano plazo.

Modificó, así, lo dicho a mediados del mes pasado, cuando, consultado sobre la posibilidad de reducir o condicionar más aquellas ventas, respondió: “lo vamos a ver, lo estamos estudiando”.

Aquello fue un error que le costó al Banco Central un retruco de la demanda. Así se lo hizo entender el ministro de Economía, Martín Guzmán, quienes además lo convenció de darle más tiempo para “tranquilizar” al mercado con la aceptación casi unánime del canje de deuda, la inminente explicitación de un plan económico (con perdón de la palabra) en el Presupuesto 2021 y la posibilidad de que la autoridad monetaria reduzca las expectativas de devaluación operando con sus bonos nuevos para reducir la cotización de los tipos de cambio alternativos. Una apuesta de riesgo que justifica la cautela de la respuesta del presidente.

En esa línea, el jefe de Estado ponderó, de modo de evitar que se diluya su efecto, la renegociación de la deuda y el ahorro de “38 mil millones de dólares” que supone, a la vez que mencionó brevemente la tarea pendiente con el Fondo Monetario Internacional (FMI).

En el plano fiscal, rebatió las quejas de los sectores más acaudalados –reducidos, pero ruidosos– y corrigió a sus entrevistadores al aclarar que lo que discute el Congreso no es un nuevo impuesto a la riqueza sino una contribución extraordinaria limitada a los 12 mil argentinos más ricos. Fernández ratificó su aval a esa iniciativa del diputado Máximo Kirchner y, en un gesto político, la hizo suya.

Asimismo, atribuyó a la pluma –bah, a la tecla– de uno de aquellos y no a una idea oficial la alternativa de elevar al 41% la alícuota máxima del impuesto a las ganancias.

En el tramo del partido en el que más jugó de visitante, debió dar explicaciones sobre el reciente decreto de necesidad y urgencia (DNU) que declaró al cable, internet y la telefonía celular como servicios públicos esenciales. No solo defendió el principio que lo justifica que avanzó en la idea de que existen monopolios en el sector, al invertir los roles y preguntarles a los periodistas cuántas empresas brindan el cuádruple play en el país. “Varias”, dijeron ellos. “Solo una”, corrigió él. El más fuerte. Que es Clarín.

¿Se trató, acaso, de un guiño a otros jugadores del sistema? La referencia es al mexicano Carlos Slim –dueño de Claro, benefactor de la vacuna de Oxford y eterno aspirante a incrementar sus inversiones en el país en caso de contar con condiciones aptas– y a la española Telefónica, que sigue rumiando bronca por el trato desigual que ha recibido en el país desde que Néstor Kirchner le dio al gran diario argentino una posición dominante en cable y desde que Mauricio Macri le otorgó lo propio en telefonía a partir de la fusión con Telecom. Es posible que haya intentado darles una señal, sobre todo después de que el mencionado DNU hubo logrado el prodigio de unir en el rechazo a la regulación de las tarifas hasta a los enemigos íntimos. “Quiero hablar claramente, francamente. Hay una enorme concentración en el mercado y quiero que se promueva la competencia”, señaló. No explicó, sin embargo, si está dispuesto a hacer algo en función de ese objetivo, algo para lo que la mera regulación de tarifas no alcanza. Sobre todo porque reiteró su rechazó a los principios de la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual que Macri desfiguró con un decreto de necesidad y urgencia. 

En otro orden, destacó el esfuerzo que el Estado ya ha hecho para auxiliar a los tomadores de créditos UVA, perjudicados por el desmadre de la inflación que produjo el mismo gobierno que engendró ese sistema, pero jugó con la posibilidad de aplicarle al problema una solución similar a la posterior al estallido cambiario de 2001: la doctrina del esfuerzo compartido entre acreedores y deudores.

En materia de alquileres, tranquilizó a millones de argentinos que deben renovar sus contratos al señalar que trabaja en la prórroga del DNU que los mantiene congelados, por ahora, hasta fin de mes.

Sin llegar a insistir en la idea de que a la economía le ha ido mejor en la pandemia que con Macri, resaltó que la industria ya opera en niveles similares a los anteriores a la emergencia sanitaria. Sin embargo, en buena parte de la entrevista se refirió a los preocupantes números de muertes y contagios que se acumulan cada día, con lo que pareció comenzar a preparar a la población para el momento en que vuelva a pulsar el botón rojo del confinamiento.

Semejante freno, difícil de vender pero probablemente inevitable, volvería a alterar los planes económicos para la deseada pospandemia.

Es lo que toca en la hora.

(Nota publicada en Letra P).