En momentos en que el Mercosur atraviesa su mayor crisis existencial debido a la salida de la Argentina de varias negociaciones de apertura de mercados entabladas por el bloque, lo que abre como nunca el debate sobre su naturaleza, el alto empresariado brasileño aprovecha y lanza una campaña de presión en pos de un acuerdo bilateral con Estados Unidos, que, en el futuro, debería desembocar en un tratado de libre comercio en toda la regla.
La formalización de esa ofensiva es una carta que la Confederación Nacional de la Industria (CNI) firmó junto al Brazil-US Business Council y a la AmCham Brasil. El comunicado apuesta a la sociedad promocionada por Donald Trump y Jair Bolsonaro y le tira una gambeta larga a la Argentina y al Mercosur.
El comunicado, firmado el 22 de abril por Carlos Abijaodi, director de la CNI; Deborah Vieitas, CEO de la AmCham Brasil, y Cassia Carvalho, directora ejecutiva del Brazil-U.S. Business Council, U.S. Chamber of Commerce, eleva el pedido al representante comercial de Estados Unidos,
Robert Lighthizer; al director del Consejo Económico Nacional de la Casa Blanca Lawrence Kudlow y a los ministros brasileños de Relaciones Exteriores y Economía, Ernesto Araújo y Paulo Guedes.
“Urgimos a los gobiernos de los Estados Unidos y Brasil a aprovechar el impulso logrado por los presidentes Donald Trump y Jair Bolsonaro en su comunicado de Mar-a-Lago de marzo de 2020 para lograr un paquete bilateral en 2020 y fortalecer la sociedad económica entre nuestros países en los años por venir”, dice.
De acuerdo con el texto, “la pandemia sin precedentes de coronavirus y la caída económica global resultante refuerzan la necesidad urgente de un nuevo acuerdo comercial entre las dos mayores economías de América”.
El pedido es, además, propuesta y las entidades signatarias sugieren una estrategia de dos etapas.
En una primera, que “puede lograrse sin (nueva) legislación estadounidense ni involucramiento del Mercosur”, se buscaría “reducir sustancialmente costos innecesarios y una mejora del comercio y la inversión bilaterales”. Las áreas a abordar en esa fase uno serían una modernización de disposiciones aduaneras, mejores prácticas regulatorias, reglas para el comercio digital y –dados los antecedentes recientes de varias firmas brasileñas de primera línea– compromisos contra la corrupción.
La segunda etapa implicaría directamente “la conclusión de un acuerdo más abarcativo en el futuro”. Este incluiría ítems como “acceso a mercados de bienes y servicios, anexos sectoriales específicos, reglas de origen, servicios financieros, resolución de controversias, prácticas comerciales inequitativas, políticas de competencia, subsidios, empresas estatales, compras gubernamentales, etcétera”. Es decir, un acuerdo de libre comercio en toda la regla.
Resulta toda una curiosidad que apenas un día después, la misma CNI firmara junto a la Unión Industrial Argentina (UIA) un comunicado en el que las entidades manifiestan su “gran preocupación respecto a la negociación del acuerdo de libre comercio (del Mercosur) con Corea del Sur”, para lo que argumentan falta de información por parte de los gobiernos, la aparente desprotección de “sectores sensibles”, las posiciones dominantes de la industria coreana en varios renglones, la supuesta indefensión ante prácticas comerciales desleales y las desmedidas pretensiones del futuro socio sobre propiedad intelectual y patentes, entre otros factores. Así, las entidades reclaman más información y una prórroga de las conversaciones en medio de la recesión mundial generada por la pandemia de COVID-19, que implica hoy masivos subsidios del gobierno de Seúl a sus empresas.
Este comunicado conjunto fue presentado por el gobierno de Alberto Fernández como una base para justificar su apartamiento de las conversaciones comerciales del bloque con el país mencionado, además de Singapur, Líbano, Canadá, la India y otros justo un día después, el viernes 24.
Ese paso al costado pone al Mercosur ante una verdadera crisis existencial y abre, en teoría, tres posibilidades: que la Argentina vete el desenlace de las avanzadas negociaciones con Corea del Sur en virtud de la decisión del Consejo del Mercado Común 32/2000, que obliga a los cuatro países a negociar en conjunto; un aval para que Brasil, Uruguay y Paraguay completen las negociaciones mencionadas; o un permiso amplio para que los Estados miembros negocien acuerdos comerciales bilateralmente, con lo que el Mercosur perdería su formato actual de unión aduanera para convertirse en una simple zona de libre comercio, lo que implicaría una flexibilización radical y una pérdida irrestricta de la reserva de mercado para las empresas argentinas. Ni la propia Cancillería tiene claro qué saldrá de todo esto, pero, por el momento, la segunda alternativa, que también implicaría daños para los exportadores nacionales, es la que aparece como más viable.
Sin embargo, Brasil va por más y cualquier posibilidad de avanzar hacia el libre comercio con Estados Unidos implicaría llevar a cabo la reforma extrema de las reglas del Mercosur mencionada en tercer lugar, algo que, según el primero de los comunicados mencionados, sería también la atención de la CNI, entidad hasta ahora considerada una aliada por el gobierno argentino.
Llama la atención, en efecto, el doble discurso del equivalente brasileño de la UIA. ¿Juega, efectivamente, a dos puntas?
Hay que entender que la CNI es, justamente, una confederación de cámaras industriales estaduales y que es la caja de resonancia de proyectos comerciales diferenciados. Su miembro más poderoso, la Federación de Industrias del Estado de San Pablo (FIES), que representa al sector más concentrada y maduro para jugar e las grandes ligas, es el que impulsa la idea de dejar atrás al Mercosur e integrar a Brasil con Estados Unidos. En tanto, otras de las 27 federaciones de la CNI, también poderosas en tanto coalición, defienden la permanencia de un Mercosur fuerte y de un lazo privilegiado con la Argentina, donde encuentran un mercado importante y un socio para ponerles límites a los ímpetus más librecambistas de sus pares.
Hasta ese punto llegan los tironeos en el Brasil de Bolsonaro. De la suerte de su gobierno dependerá, en buena medida, el resultado de esas pujas sordas, que hacen hablar a sus protagonistas con dos bocas. Mientras tanto, la Argentina parece quedarse cada vez más sola.