El enojo árabe, contrafilo del chichoneo de Alberto Fernández con Israel

El viaje de Alberto Fernández a Israel, como cabeza de la delegación argentina que asiste al Foro Internacional de Líderes en Conmemoración del Día Internacional de Recordación del Holocausto y la Lucha contra el Antisemitismo, sirve para fortalecer la relación con ese país, de modo de superar las tensiones del tramo final de la administración de Cristina Kirchner y mantener el nivel que alcanzó durante el de Mauricio Macri. Ese logro de política exterior tiene, sin embargo, un lado oscuro: la molestia de algunos gobiernos árabes con aspectos centrales de la visita que entienden como lesivos para la causa palestina y opuestos a la propia posición nacional acerca de que la solución al conflicto en la región debe basarse en la convivencia pacífica de dos Estados.

La cita tiene lugar en Yad Vashem, el memorial para la recordación de las víctimas y los mártires del Holocausto con sede en Jerusalén. El hecho de que en esta ocasión el Foro coincida con el 75° aniversario de la liberación del campo de exterminio de Auschwitz le dio más destaque que el habitual y generó la participación de unos 40 líderes internacionales, entre los que se destacan el vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence; los presidentes de Rusia, Francia, Alemania e Italia, Vladímir Putin, Emmanuel Macron, Frank Walter Steinmeier y Sergio Mattarella, respectivamente; los reyes de España y Países Bajos, Felipe VI y Guillermo Alejandro; el príncipe Carlos de Gales y… Alberto Fernández.

Se trata del evento de más alto perfil internacional jamás celebrado en Jerusalén, un éxito de la diplomacia israelí en su intento de presentar a la ciudad como un destino totalmente aceptable a pesar de la disputa sobre su estatus. Israel ocupó en 1967 la parte oriental (árabe) de la ciudad y desde entonces se ha dado a una intensa campaña de colonización para diluir la presencia de la población palestina. Así, la ha declarado su capital “eterna e indivisible”, a espaldas de la aspiración palestina de instalar en el sector este la sede de su Estado independiente y de la postura de la mayor parte de la comunidad internacional, que no reconoce la soberanía israelí sobre la parte anexada.

Por decisión de Donald Trump, Estados Unidos cambió de política en esa materia y trasladó su embajada de Tel Aviv a Jerusalén, medida imitada por un puñado de países y que, en Sudamérica, promete replicar el Brasil de Jair Bolsonaro. Los gobiernos árabes observan que el tabú sobre una Jerusalén totalmente israelizada comienza a erosionarse y eso los inquieta. En el caso de Alberto Fernández, juzgan que no ponderó debidamente esa cuestión al decidir encabezar la delegación nacional.

Ese empeño de Israel de ubicar a la ciudad -santa para las tres grandes religiones monoteístas- como sede de eventos internacionales de alto perfil ya había complicado a la Argentina. Fue en junio de 2018, cuando un partido entre la Selección nacional de fútbol y el combinado local debió ser suspendido en medio de un escándalo diplomático.

Además del factor Jerusalén, otro elemento de irritación para los palestinos en particular y para los árabes en general es el tenor de las propuestas de campaña para las elecciones israelíes de marzo, las terceras desde abril del año pasado debido a que la fuerte dispersión del voto ha impedido la conformación de una mayoría en el Parlamento (Kneset) suficiente para la formación de un gobierno.

Si bien Alberto Fernández no se ha salido de la postura argentina opuesta a la colonización y las anexiones israelíes,  diplomáticos árabes apostados en Buenos Aires entienden que se presta a ese juego.

Benjamín Netanyahu, el primer ministro del partido conservador Likud, que monopoliza la política local desde 2009 y con quien Fernández se reunirá este viernes, busca eludir dos problemas: las causas por soborno, fraude y abuso de poder que amenazan su carrera y el vuelco de una mayoría del electorado hacia posiciones de derecha cada vez más duras.

Para lo primero, busca imponer un pedido de inmunidad en el Parlamento; para lo segundo, supera día a día sus posturas en torno al tema palestino, lo que realmente es mucho decir para quien encabeza la administración más ultraderechista de la historia de su país.

Así, en esta campaña, ha prometido la anexión del Valle del Jordán, una región de unos 100 kilómetros de largo en las márgenes del río homónimo que también ha experimentado la colonización israelí. La extensión de la soberanía del Estado judío a esa zona, además de las colonias ubicadas al oeste del valle, más importantes, implicaría la apropiación, ilegal desde cualquier punto de vista en términos de derecho internacional, de al menos un tercio de Cisjordania, un paso que inviabilizaría cualquier posibilidad de que los palestinos erigieran, en algún momento, un Estado mínimamente viable.

Para peor, quien será su principal rival en las urnas, el líder de la lista Azul y Blanca, Benny Gantz, salió a disputar ese sector del electorado con igual promesa expansionista, aunque –edulcoró- “en coordinación con la comunidad internacional”.

Si bien Fernández no se ha salido de la postura argentina opuesta a la colonización y las anexiones israelíes -algo que, por otro lado, de concretarse chocaría con la causa Malvinas, donde el Reino Unido demanda el reconocimiento de una población implantada-, los diplomáticos árabes apostados en Buenos Aires que fueron consultados por Letra P entienden que se presta a ese juego. ¿Cómo? Asistiendo a una reunión en la que el tema de convocatoria impide, por buen gusto, realizar referencias políticas contrarias a las acciones actuales y prometidas del gobierno israelí, que toma ese silencio –afirman- como un aval tácito para avanzar.

En diciembre de 2010, la Argentina de Cristina Kirchner hizo punta en la región junto al Brasil de Luiz Inácio Lula da Silva al reconocer la independencia de Palestina en base a las fronteras previas a la Guerra de 1967, en la que el Estado judío ocupó el Sinaí (devuelto a Egipto en 1978), la Franja de Gaza (evacuada en 2005), los Altos del Golán (que aún reclama Siria), Cisjordania y Jerusalén oriental. ¿En qué queda ese compromiso de Estado, del que, pese a su extrema aproximación a Netanyahu, ni siquiera Macri abjuró?, se preguntan las diplomacias árabes en el país.

Cuando se anunció que Fernández encabezaría la delegación a Jerusalén y se desataba el júbilo en el gobierno de Israel, la embajada palestina hizo un pedido formal a la Cancillería para que, al menos, compensara con una visita al presidente Mahmud Abás, ya sea en Ramala o en Belén. Ese gesto, destinado a darles a los reclamos palestinos sobre los tópicos mencionados un lugar en la agenda del momento, fue asumido por Putin y por Macron, pero, según averiguó este portal, hasta este martes al mediodía no estaba previsto por el mandatario argentino. El pedido diplomático quedó directamente sin respuesta en el Palacio San Martín. ¿Habrá tiempo en esta ocasión para reparar esa omisión?

Pese a la decepción del momento, los gobiernos árabes todavía siguen considerando al argentino un amigo.

Por lo pronto, esta vez se privilegió la sobreactuación de la política exterior del primer tramo del albertismo, basada en la emisión de señales valorables en Estados Unidos en el contexto de una difícil renegociación de la deuda pública.

(Nota publicada en Letra P).