Estados Unidos-Irán: freno conveniente a un choque que continuará por otros medios

Su discurso, posterior a la lluvia nocturna de 22 misiles iraníes sobre dos bases de Estados Unidos en Irak, era muy esperado porque iba a marcar el rumbo de un conflicto que parecía salirse de descontrol. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, dijo que no hubo víctimas, que la República Islámica “parece estar retrocediendo” en sus amenazas y que el conflicto seguirá con sanciones económicas “inmediatas” y más duras. Esto es, evitó aludir a la posibilidad de una nueva acción militar. Aunque acaso sea solo en parte y en lo inmediato, la guerra tan temida se desinfló gracias un escenario idealmente establecido para que, justamente, no hubiera muertos ni necesidad política de represalia estadounidense.

“Todos nuestros soldados están bien y nuestras bases militares solo sufrieron daños mínimos”, dijo Trump, calmo, desde la Casa Blanca, acompañado por su vice Mike Pence, el canciller Mike Pompeo, el jefe del Pentágono Mark Esper y jefes militares. “Irán parece estar retrocediendo, lo que es bueno para todas las partes y muy bueno para el mundo. No se perdieron vidas estadounidenses o iraquíes”, añadió, refutando informaciones iraníes que daban cuenta, para consumo interno, de 80 muertes. Eso sí, la base del enfrentamiento sigue intacta: Irán no debe tener armas nucleares, definió el norteamericano, objetivo para el que pidió que Reino Unido, Francia, Alemania, Rusia y China también abandonen el acuerdo de 2015 y que la OTAN se involucre más en Medio Oriente.

Si, como todo indica, ninguno de los dos contendientes se muestra por el momento dispuesto a sumergirse en una guerra abierta, hay que interpretar que el conflicto de siempre se seguirá dirimiendo con los instrumentos de siempre, a no ser que otra chispa desate el incendio. Estados Unidos (lo dijo Trump) seguirá apostando al ahogo económico y a un cambio de régimen en Teherán. Los ayatolás, en cambio, apelarán como siempre a las acciones de la red de milicias chiitas reforzadas o montadas en varios países (Líbano, Siria, Yemen, Irak) por el general Qasem Soleimaní, cuyo asesinato el viernes pasado generó la actual escalada. Estas son capaces de hostigar (y mucho) a Israel y a las monarquías sunitas del Golfo y, de hecho, las iraquíes retomaron ayer mismo su rutina de cohetes contra la supervigilada “zona verde” de Bagdad, donde está la embajada estadounidense, otras sedes diplomáticas y edificios del Gobierno local.

El juego, sin embargo, con el factor nuclear en el centro, se va quedando sin margen y el riesgo de espiralización persiste, dado que la denuncia del pacto realizada en mayo del año pasado por Estados Unidos implicó su vaciamiento de hecho y llevó a la República Islámica a responder al restablecimiento de las sanciones con un abandono gradual de los límites y controles que había aceptado.

Para evitar que la respuesta misilística iraní al golpe contra Soleimaní generara una represalia estadounidense y la guerra ya no pudiera evitarse, Irán debía asegurarse de que su ataque no dejara víctimas. Para eso le envió “un mensaje oficial oral”, uno que no dejaba pruebas físicas, al primer ministro interino de Irak, Adel Abdelmahdi, lo que dio tiempo para que los blancos fueran evacuados.

El propio Abdelmahdi lo confirmó ayer en un comunicado. “Recibimos un mensaje oficial oral de Irán que indicaba que su respuesta al asesinato de Soleimaní empezaría en breve y que solo se produciría en lugares donde hubiera tropas estadounidenses, aunque sin precisarlos”. La versión oficial indica que no se dio tiempo para evacuaciones, pero el relato resulta a esa altura poco verosímil.

La autocontención iraní fue explicitada ni bien se supo del ataque a las bases por el canciller Javad Zarif, quien dijo en Twitter que la represalia fue “proporcionada” y que “concluyó”, ya que su país “no busca una escalada o una guerra”.

Esos dichos no fueron la expresión de un librepensador, algo imposible en un régimen como la teocracia persa. Eso sí, hay un discurso para cada público: el canciller le habló a Estados Unidos mientras que el líder supremo, Alí Jameneí, se dirigió al pueblo iraní.

“Irán le dio una bofetada a Estados Unidos, pero aún no es suficiente”, dijo el ayatolá. Para él, el objetivo es el fin de la “presencia corruptora” de las tropas estadounidenses en la región, agregó para satisfacer a la misma audioencia a la que la prensa oficial le había hablado de 80 muertes occidentales.

No todo, sin embargo, puede controlarse y el peligro de que el conflicto se desborde de nuevo es real.

Un ataque militar que haga retroceder años el plan nuclear iraní es el sueño de Benjamín Netanyahu y de la derecha dura de Israel y Estados Unidos al menos desde 2012. Trump amaga con sumarse a la causa no solo por su denuncia del acuerdo nuclear sino también por ataques como el que autorizó contra Soleimaní, cuyas repercusiones costó contener.

Una de las milicias chiitas de general muerto, la más importante de hecho, el libanés Hizbulá (Partido de Dios), ya demostró en 2006 ser capaz de resistir a pie firme los embates de Israel, aunque sea a costa de un enorme sufrimiento de la población civil y de la devastación de la infraestructura del país.

“Quien nos ataque recibirá una respuesta rotunda”, se curó en salud ayer Netanyahu. La pelea de fondo aún está por librarse.

(Nota publicada en Ámbito Financiero).