El ingreso de Leopoldo López a la embajada de Chile junto a su familia, la ausencia pública de Juan Guaidó en las últimas horas y las declaraciones de altos funcionarios del la Casa Blanca tratando de sembrar intrigas (¿o de explotarlas?) en la cúpula chavista constituían, al cierre de este martes de furia, indicios negativos para la oposición venezolana. Sin embargo, Nicolás Maduro tampoco resultaba visible, lo que mantenía provisoriamente abierto el desenlace de esta crisis y, con ello, el futuro inmediato de Venezuela.
En medio de choques entre militares leales y adversos al régimen y de manifestaciones populares duramente reprimidas por las fuerzas de seguridad oficiales, la cúpula militar, representada por el ministro de Defensa, Vladimir Padrino López, no mostró fisuras en su respaldo público al ocupante el palacio de Miraflores. Las alusiones de Washington a un supuesto aval del hombre fuerte de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) al reemplazo del “hijo de Chávez” quedarán, al parecer, como comidilla hasta el próximo episodio de la saga.
Guaidó encendió la mecha como nunca desde su nombramiento en enero como presidente encargado por parte de la Asamblea Nacional (parlamento), logrando activar por primera vez un foco de rebelión dentro de la FANB; sin eso, pareciera, al antichavismo le costará prevalecer, más allá del daño que el embargo petrolero estadounidense acentúa en una economía al filo de la disolución.
Ese conato de rebelión militar le permitió al líder actual del antichavismo sorprender en la madrugada de este martes con la liberación de Leopoldo López, quien cumplía arresto domiciliario. Los efectivos dijeron acatar su decreto de indulto, gesto con el que se echó a andar un movimiento cívico-militar que, para ser exitoso, debía robustecerse con nuevos apoyos en los cuarteles.
La respuesta en las unidades regionales no fue hasta el momento la esperada o, al menos, no estuvo a la altura del riesgo que Guaidó y López asumieron con su salto al vacío. Para ambos la opción es, a esta altura, a todo o nada: o bien triunfo o bien arresto o exilio.
La situación, sobre el cierre de este martes de desasosiego, seguía siendo fluida. Las señales no parecen, provisionalmente, las esperadas por los opositores, necesitados de recuperar la iniciativa después de un trimestre largo en el que no lograron precipitar los acontecimientos.
Sin embargo, ya nada será igual en Venezuela. El gran dato de la intentona es que, por primera vez, la “grieta” logró irrumpir en los cuarteles, fracturando a una FANB en la que aparecen elementos deseosos de quitarle a la sigla el aditamento de la última letra.
Aun si el chavismo prevalece, no necesariamente lo hará Maduro. Aunque siga concitando la fidelidad del ala militar, no existe en política la generosidad totalmente despojada y sus sostenes de hoy bien pueden pasar mañana por caja a cobrar los favores brindados.
A eso parece apostar a esta altura el Gobierno de Donald Trump: a falta de un triunfo con las armas, buscar uno político, en el que ciertos elementos con poder de fuego entiendan la conveniencia de abrir la transición al poschavismo. Sin Maduro y sus aliados más ultras de por medio.
El asesor de seguridad nacional de Trump dijo que Padrino, el titular del Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela, Maikel Moreno, y el comandante de la Guardia de Honor Presidencial, Iván Rafael Hernández ya tienen decidida la salida de Maduro. Cierto o no, los mencionados están ya invitados a una nueva mesa.
Hasta que eso se dirima, no será ni el chavismo ni el antichavismo los que gobiernen Venezuela. Lo que mandará será el vacío.
(Nota publicada en ambito.com).