La encuesta de la consultora Datafolha divulgada el domingo mostró una caída en la intención de voto de Luiz Inácio Lula da Silva del 37 al 31%, lo que, sin embargo, todavía le alcanzaría para salir primero en el segundo turno del 7 de octubre y para imponerse cómodamente en un segundo, que se realizaría el último domingo de ese mes. Sin embargo, todo indica que el ex presidente no podrá participar de la contienda, no solo por estar preso hoy sino porque su eventual inscripción debería ser anulada por la justicia electoral por tener una condena por corrupción en segunda instancia. Así las cosas, ¿qué capacidad conserva para influir en sus potenciales votantes de modo de inducirlo a sufragar por un sucesor?
El propio sondeo de Datafolha da una clave. Según el mismo, dos de cada tres lulistas votarán por quien él señale. En tanto, el tercio restante puede optar por otros postulantes, votar en blanco o incluso anular su sufragio.
Es por esta razón que otros datos de la encuesta publicada por el diario Folha de São Paulo resultan de menor relevancia en el corto plazo, como es la intención de voto que se midió de dos posibles herederos políticos como el ex gobernador de Bahía Jaques Wagner y el exalcalde de San Pablo Fernando Haddad (foto).
En efecto, Haddad recoge una intención de voto de apenas el 2% en un escenario sin Lula, mientras que Wagner alcanza a un 1%. Demasiado poco y ubicado dentro del margen de error de un estudio sobre 4.194 entrevistas en 227 ciudades de todo Brasil.
Lo que le falta a cualquiera de ellos es que el Partido de los Trabajadores formalice que baja la candidatura del ex mandatario, quien no debería ser habilitado para competir en virtud de la llamada ley de “ficha limpia”, producto de una iniciativa popular, defendida por el PT y promulgada por el propio Lula seis meses antes de dejar el poder en 2010. Esa norma quita el derecho a ocupar cargos de elección popular a los condenados en segunda instancia por delitos contra la administración pública. Es el caso de Lula, hallado culpable por el caso del tríplex de Guarujá, supuestamente una coima de la constructora OAS. Una digresión: el departamento fue ocupado este lunes por militantes del Movimiento de los Sin techo (MSTS) bajo la consigna: “Si es de Lula, el pueblo se puede quedar. Si no lo es, ¿entonces por qué está preso?”.
Volviendo a lo electoral, por ahora, lo que registró Datafolha fue el inicio de un ambiente en el que la salida de Lula del escenario es una sospecha que comienza a instalarse con fuerza.
En ese escenario, los puntos que deja en el camino el expresidente se reparten, sobre todo, entre dos ex ministros suyos que se anotaron en la campaña: la ambientalista Marina Silva y el laborista Ciro Gomes, que saltan al 15 y al 9% respectivamente. Silva, de hecho, salta al segundo lugar y queda en empate técnico con quien lidera la carrera ante la falta del petista, el diputado de ultraderecha Jair Bolsonaro (17%).
Otro nombre para empezar a tener en cuenta en un panorama electoral tan fragmentado es el del ex juez del Supremo Tribunal Federal Joaquim Barbosa, quien se convirtió en su momento en un referente admirado por la clase media debido a su manejo del mensalão, que oscila entre el 9 y el 10% en diferentes escenarios.
Finalmente, hay que resaltar los dilemas de los candidatos que preferirían el mercado financiero y la comunidad de negocios. El actual presidente, Michel Temer, no se saca ventajas con su ex ministro de Hacienda, Henrique Meirelles: ambos no levantan del 1%, guarismo muy inferior al margen de error de 2 puntos porcentuales.
En tanto, el ex gobernador paulista Geraldo Alckmin oscila, si Lula no compite, entre el 7 y el 8%, números poco impactantes para un hombre que, a diferencia de Barbosa, por caso, hace tiempo está instalado como un presidenciable.
Haddad, Wagner y el extrapartidario Gomes (más difícil este último, dada su resistencia a condenar públicamente el encarcelamiento de Lula) parecen a esta altura las opciones del PT para intentar la búsqueda de un sucesor, una empresa difícil pero no imposible. Que nadie enamore hace que, con el voto fiel del ex mandatario, pueda alcanzar para poner a un sustituto en el balotaje. Pero ese mismo segundo turno, en el que hay que salir a cazar fuera del zoológico, puede resultarle cuesta arriba a un hombre con un volumen político tan inferior. A no ser que el rival sea el esperpéntico Bolsonaro.