El Gobierno nacional jugó mal en las elecciones estadounidenses. Todo comenzó el 19 de septiembre, cuando Mauricio Macri concurrió en Nueva York a un panel de la Fundación Clinton en el que anunció su respaldo a la candidatura de Hillary. “Mi esposa (Juliana Awada) lo espera el año que viene en Buenos Aires para la reunión del Grupo de los 20”, le dijo a Bill, el anfitrión, acaso para no ser menos enfático que otro de los invitados, el primer ministro italiano, Matteo Renzi.
Luego fue más allá. En una entrevista para el sitio BuzzFeed habló de su preferencia por Hillary Clinton y fundamentó la idea en que “creo en las relaciones, en las redes, no en levantar muros”.
La canciller, Susana Malcorra, también hizo su aporte, a veces moderando los dichos de su jefe y otras yendo todavía más lejos. Incluso un día antes de la elección, la ministra declaró que “desde que asumió este Gobierno, la relación con Estados Unidos entró en una nueva etapa y creemos que si gana Trump podemos entrar en un parate”. Y, casi como una analista política, agregó: “Si se vota por un modelo cerrado y xenófobo, se puede generar un efecto dominó en otros países. Nuestra vocación pasa por impulsar las aperturas y los intercambios”. Era innecesario describir oficialmente a Trump como un xenófobo. La verdad y la diplomacia no suelen seguir caminos paralelos y el ruido que se hizo público entre un Presidente que culpó a la Cancillería de no haberle advertido que esos comicios estaban abiertos a sorpresas nos exime de mayores comentarios.
La Argentina no tiene incidencia en una elección como la de los Estados Unidos y el deseo de quedar bien con los demócratas no valía el riesgo de equivocar el caballo ganador. Sin embargo, esto no significa que Trump vaya a actuar vengativamente. Implica, sí, que pudo y debió evitarse un comienzo áspero con una administración estadounidense en principio imprevisible.
Incluso en el escenario mixto y parcialmente menos amenazante que hemos descripto (ver nota aparte), el Gobierno de Trump supone un desafío muy fuerte para una Argentina que optó por un curso económico basado en el ingreso de dólares financieros para financiar una reducción paulatina del déficit fiscal, en la entrada de inversiones externas como motor del crecimiento y en la apertura comercial.
El futuro presidente de los Estados Unidos prometió gastar un billón de dólares a diez años para la mejora de la infraestructura local, relanzar el empleo y dinamizar una economía que viene creciendo a un muy modesto ritmo del 1,5 %. Eso, sumado a los recortes impositivos previstos, puede implicar tasas de interés más altas, crédito más caro para los países emergentes, un deterioro relativo del precio de nuestras materias primas de exportación e inversores más renuentes para venir tan al sur.
El proteccionismo, además, puede adoptar la forma de las barreras no arancelarias, todo un problema cuando la Argentina se encaminaba a destrabar el ingreso de limones y carne al mercado estadounidense. Otros ítems sensibles son los vinos, que generan ventas de US$ 400 millones anuales, y el biodiesel, cuyas exportaciones representan US$ 530 millones y vienen en alza.
Recordemos que ese país representó en los primeros nueves meses del año el 7 % de las exportaciones nacionales y que la visión de un futuro acuerdo de libre comercio negociado desde el Mercosur fue claramente expuesta por funcionarios como el ministro de Producción, Francisco Cabrera. ¿Adiós a un TLC?
En términos más urgentes, parece prudente que el Gobierno acelere en todo lo posible la búsqueda del cuantioso financiamiento que necesitará el año que viene. Wall Street optó inicialmente por la prudencia, por no quemar activos y por esperar a los acontecimientos. Pero nada garantiza que desde el 20 de enero las condiciones crediticias para el país sean las mismas que las de hoy.
Un tema adicional pero no menor es el futuro de las negociaciones bilaterales para el intercambio de información tributaria, un dato fundamental para el éxito del blanqueo en curso. ¿Asegurará Trump una colaboración como la que, al menos en principio, había prometido el IRS de Barack Obama?
La versión más hostil del trumpismo puede obligar a un replanteo de la estrategia económica del macrismo, a apurar las correcciones fiscales y a confiar menos en un contexto que podría ponerse desfavorable. Justo cuando comienza aquí un año electoral clave.
(Nota publicada en Bank Magazine).