Nueva York (enviado especial) – Si hay que guiarse por lo que dijo en la campaña electoral, Donald Trump apuntará a producir un cambio profundo en la política internacional, tanto que bien merece la inquietud que ya muestran muchos actores relevantes del sistema.
Si hay alguien que festeja hoy su triunfo es el presidente ruso, Vladímir Putin, depositario de la admiración del norteamericano. Esa simpatía mutua, que dio mucho de qué hablar en la campaña, podría llevar a un alivio o eliminación de las sanciones que pesan sobre Moscú desde la crisis con Ucrania por Crimea. Además, podría derivar en una política común hacia la guerra en Siria, con Estados Unidos abandonando a las fuerzas aliadas locales que combaten al régimen de Bashar al Asad (otro posible ganador) para concentrarse, con Rusia, en un enemigo común: el Estado Islámico.
“Vamos a cortarles rápidamente la cabeza a esos animales”, dijo en su momento, a la vez que elogió la restauración de la tortura para lidiar con los sospechosos de terrorismo que sean capturados.
Robert Jervis, especialista en política internacional de Columbia University le dijo a Ámbito Financiero que “probablemente estemos pensando en la política exterior de Trump más que lo que él mismo lo ha hecho. Creo que va a tratar de cerrar un acuerdo con Putin, pero hay que ver cuán lejos puede llegar ya que el Congreso y la opinión pública estadounidense resistirán que se alinee como quisiera con Putin y Al Asad contra el Estado Islámico”.
Esa posible entente con Moscú (y su aliada Damasco) tiene una incógnita: Irán, el otro sostén del dictador sirio. ¿Irá tan lejos el electo, desafiando a su propio partido, peleándose con el Congreso y rompiendo con Israel? ¿O, en cambio, cederá ante esos factores y optará por dejar en el limbo el acuerdo que firmó Barack Obama con apoyo europeo para congelar el plan nuclear persa?
En el nutrido grupo de los damnificados de Trump hay que empezar por México. Recordemos la promesa de construir un muro en la frontera, que además el vecino del sur supuestamente debería pagar; la decisión de que renegociará (o denunciará) el acuerdo de libre comercio que une a ambos países con Canadá; y la idea de deportar de un golpe a once millones de indocumentados, muchos mexicanos. El combo deprimió el peso y a los mercados financieros. Se entiende: sin el NAFTA, al menos tal como lo conocemos, no hay motivos para que las inversiones estadounidenses sigan llegando al país.
Un consuelo es que el muro demandaría un esfuerzo de cuatro años y 25.000 millones de dólares. ¿Podrá hacerlo? Otro, que las deportaciones masivas tendrían un costo de U$S 600.000 millones en varios años, que eso devastaría diversos sectores de la economía por falta de mano de obra y que pondría a las fuerzas de seguridad ante el dislate de salir a perseguir a trabajadores, mujeres y niños.
¿Y el resto de la región? “Apuesto a que ni siquiera puede nombrar a los países de América Latina, a menos que considere que alguno tiene reinas de belleza particularmente atractivas”, ironizó el experto Jervis.
Hay que considerar, asimismo, la posición de los aliados más importantes que Estados Unidos tiene (todavía) en el mundo.
Se sabe que el “brexit” fue para él una inspiración y un augurio, pero la vocación librecambista del Gobierno de la británica Theresa May podría chocar con su prometido proteccionismo.
El resto de Europa está en vilo. La promesa de Trump de que “el mundo nos devolverá lo que le hemos dado” se traduce en que países como Alemania y los de la OTAN en general deberán incrementar fuertemente sus presupuestos de defensa para cubrir el agujero de seguridad que prometen dejar los nuevos Estados Unidos.
El especialista de Columbia señaló al respecto que “probablemente presionará a la OTAN para que incremente su gasto, aunque eso socave la confianza europea en este país como un socio confiable”.
Lo mismo se aplica a otros “protegidos”. ¿Abandonará el republicano a Israel, al que primero inquietó al hablar de “neutralidad” en el conflicto con los palestinos y al que, con la campaña más avanzada, tranquilizó con el esmero de los conversos?
¿Abandonará también a Japón y Corea del Sur? Japón es el segundo tenedor de bonos de Tesoro. ¿Podrá llevar Trump la ruptura al extremo?
Lo propio puede decirse de China, principal propietario de deuda estadounidense. A ese país lo amenazó con imponerle pesados aranceles para que deje de “invadir” con sus productos el mercado norteamericano. Esa pelea, que podría derivar en guerra comercial, no sería gratuita ni para los contendientes ni para el mundo entero.
Otros aliados que recelan, y mucho, son los del mundo árabe, en particular las monarquías petroleras del Golfo. ¿También ellas deberán empezar a pagar por la protección del gendarme? ¿También sus súbditos se verán impedidos de ingresar a los Estados Unidos por provenir de “países con antecedentes de terrorismo”, un eufemismo para imponer en realidad una veda a todos los musulmanes?
Trump no tiene siquiera un equipo de política exterior. Recordemos que a comienzos del año más de cien diplomáticos vinculados al Partido Republicano emitieron una carta abierta en la que denunciaron sus ideas como peligrosas para la seguridad nacional.
¿De dónde saldrá el semillero de su política exterior?