El nuevo canciller de Brasil, José Serra, le hará llegar de inmediato un mensaje al Gobierno de Mauricio Macri: la Argentina seguirá siendo una aliada estratégica de Brasil y tiene mucho que ganar con la nueva orientación de la política exterior que pretende imponer. La aclaración será más valiosa que nunca, ya que el funcionario es uno de los detractores más sistemáticos y feroces que haya tenido el Mercosur desde hace muchos años.
“El Mercosur fue un delirio megalómano, y mire que atravesó varios gobiernos. Pretendió promover una unión aduanera entre Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay. ¿Sabe qué es eso? Es una renuncia a la soberanía de la política comercial”, disparó Serra hace poco más de un año.
Otra perla: debido a ese “delirio”, Brasil “no puede hacer acuerdos de libre comercio con nadie sin cargar, en el pasado, con Uruguay, Paraguay y Argentina, y después, gloriosamente, con Bolivia y Venezuela, esas potencias económicas”. Ese sarcasmo es de noviembre del año pasado.
Creomar de Souza, especialista en relaciones internacionales de la Universidad Católica de Brasilia, le explicó a Ámbito Financiero que “Temer tiene muchísimo interés en mantener una relación privilegiada con la Argentina. Entre él y Macri hay una sociedad a la vista. Ambos tienen el mismo desafío, que es consolidar procesos económicos con una menor influencia del Estado”.
Serra, economista de profesión, fue un izquierdista exiliado de la dictadura. También, ministro de Salud de Fernando Henrique Cardoso. Asimismo, alcalde y gobernador de San Pablo. Pero lo que más lo distingue, más allá de ser amigo del presidente interino, es ser el hombre que más y mejor interpreta a la poderosa industria de ese estado, corazón económico de Brasil.
En base a sus convicciones industrialistas sobre cómo se debe manejar la economía brasileña se ha enfrentado duramente a Henrique Meirelles, su nuevo colega de Hacienda, a quien llegó a (des)calificar en sus tiempos de presidente del Banco Central de Lula da Silva como “un ignorante comprometido con la especulación cambiaria”. Las las tasas de interés altas no son lo suyo.
Su visión de un Mercosur “bonsái”, que no sea más que una zona de libre comercio, abierta a negociaciones con la Unión Europea y Estados Unidos para empezar, puede acelerar las intenciones en ese sentido ya esbozadas, con cierta timidez, por Macri y la canciller, Susana Malcorra. Si el proyecto de Temer se consolida, los nuevos vientos en los dos países, anhelados desde hace tiempo por Uruguay y Paraguay, indican que podemos empezar a despedirnos de la idea tradicional que tenemos del Mercosur.
Con Serra, la política exterior de Brasil sufrirá un cambio radical. Sus ejes serán, claro, la “nueva Argentina”, Estados Unidos, la Unión Europea y los BRICS. El resto de Sudamérica perderá la centralidad que tuvo con el Gobierno suspendido. No sorprende que su primera decisión haya sido modificar totalmente la Asesoría de Relaciones Internacionales de la Presidencia, en la que por años el lulista Marco Aurélio Garcia, un convencido de un Mercosur ambicioso, actuó como una suerte de canciller paralelo para la región. Su reemplazante será un diplomático de carrera, Fred Arruda, de su entera confianza, fines meramente consultivos y sin veleidades de doble comando.
Una fuente de Itamaraty consultada por este diario destacó que el discurso de su nuevo jefe “es coherente desde hace muchos años”, pero no dejó de confesar cierta preocupación por su “falta de muñeca política” y su “tendencia a la centralización”. Todo un cambio que promete la llegada del primer canciller político desde hace más de trece años, esto es desde la llegada al poder del Partido de los Trabajadores.
“Lo importante para él será mostrar resultados, promoción de inversiones, de acuerdos comerciales. Eso es lo que puede sostener sus aspiraciones presidenciales”, añadió la fuente.
Una pregunta que cabe hacerse es si su aversión al Mercosur es compatible con el pésimo momento de la economía brasileña, que desaconseja despreciar los mercados que se tienen en pos de una idea, por ahora incierta, de una apertura multilateral. Acaso la retórica liberalizadora de sus aliados de la Federación de Industrias del Estado de San Pablo (FIESP) vaya hoy más lejos que sus verdaderas intenciones.
Un dato interesante al respecto es la puja de poder que Serra mantuvo con el presidente de la FIESP, Paulo Skaf, uno de los impulsores más decididos del impeachment de Dilma Rousseff, en los días en que Temer cocinó su gabinete. Serra exigía anexarse las funciones de comercio exterior, parte de la cartera de Desarrollo e Industria, para la que sonaba el propio Skaf. Temer finalmente le reconoció esa prerrogativa… y Skaf se quedó fuera de la foto.
Serra, el nuevo canciller, es un cruzado contra el Mercosur
