China se interpone entre Argentina y Brasil

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La promocionada cumbre China-CELAC realizada en Pekín el jueves y viernes de la semana pasada entregó titulares espectaculares: en los próximos diez años, China invertirá en Latinoamérica US$ 250.000 millones y duplicará el intercambio comercial. Mientras, Venezuela se aseguró al menos US$ 20.000 millones en financiamiento para este año, que se suman a los casi US$ 50.000 millones de los últimos siete. En momentos en que el país perdió casi la mitad de sus ingresos petroleros por la caída de los precios internacionales, le quedan US$ 22.000 millones en reservas y debe afrontar vencimientos de deuda por US$ 12.000 millones, tal ayuda parece, más allá de lo económico, un seguro de supervivencia política para Nicolás Maduro.

Otro país petrolero en problemas, Ecuador, cerró pactos por US$ 5.300 millones.

La Argentina, ya antes de la cumbre, había logrado un acuerdo de swap cambiario por yuanes equivalentes a US$ 11.000 millones, de los que ya usó algo más de US$ 2.700 millones para reforzar sus reservas. Esto es, también, un seguro (caro, con intereses del 6 % anual, aunque mucho menores que lo que el país pagaría en el mercado abierto) contra una corrida cambiaria y un fin accidentado de la era kirchnerista.

Así, China desplaza a Brasil como eje de las inversiones regionales y, más aun, como garante último de la estabilidad política de varios de sus países. Pero el capítulo argentino guarda más sorpresas.

El 29 de diciembre, en su última sesión del año pasado, el Senado aprobó (sólo con votos del oficialismo) y giró a la cámara de Diputados (donde la mayoría está asegurada) un acuerdo marco de cooperación bilateral, firmado por los presidentes Cristina Kirchner y Xi Jinping el 18 de julio previo. La puesta en marcha del mismo será la gran novedad de la visita de Estado que la mandataria hará a Pekín entre el 3 y el 5 de febrero próximos. El financiamiento de US$ 4.700 millones para las represas Néstor Kirchner y Jorge Cepernic, en Santa Cruz, provincia del clan Kirchner, marcará el inicio del proceso.

El acuerdo da a capitales chinos acceso privilegiado a negocios en energía, minería y agronegocios. Los pactos puntuales podrán realizarse sin llamado a licitación, lo que dejará fuera de carrera a empresas brasileñas y diluirá aun más el valor del Mercosur. Los proyectos en cuestión serán definidos en el marco de un plan quinquenal de inversiones y las empresas contratantes podrán importar partes y componentes con arancel cero. Otro punto que perjudicará a compañías brasileñas.

El entendimiento es un golpe directo a la influencia estadounidense. La relación quedó más dañada (si eso es posible) tras la negativa de Barack Obama a actuar como amicus curiae en favor de la Argentina para demorar el fallo a favor de los holdouts. Eso a pesar de que Cristina Kirchner se prodigó en gestos como la normalización (discutible y, por lo pronto, incompleto) de las estadísticas oficiales, el pago de sentencias en el CIADI, el resarcimiento a Repsol por YPF y el contrato con Chevron por Vaca Muerta.

Pero también golpea a Brasil. Primero, como dijimos, a sus empresas. Pero además al Gobierno de Dilma Rousseff, que pierde influencia por la aparición de un poder extrarregional que emerge como prestamista de última instancia y garante de la sustentabilidad política.

¿Traición argentina? No. Necesidad. Un Brasil concentrado en sus propios problemas y en la necesidad de ajustar su economía no puede darse el lujo hoy de prestarle dólares. Hasta el BNDES está en proceso de cambio, abandonando grandes proyectos, volcándose hacia a las pequeñas y medianas empresas y elevando las tasas de interés que cobra. El fracaso del soterramiento del ferrocarril Sarmiento, obra que beneficiaría a la Capital y al populoso conurbano oeste, anunciada repetidamente y suspendida sin fecha por la defección del BNDES, es un problema para la imagen del kirchnerismo e impacta negativamente en el principal contendiente interno de Daniel Scioli en la interna oficialista, quien, si fuera una carta ganadora, sería hoy el delfín de la mandataria: el ministro de Interior y Transporte, Florencio Randazzo.

(Nota publicada en InfoRel, en castellano y en portugués).