Intento de golpe en Bolivia: la democracia en alerta y el silencio de Javier Milei

El Gobierno mostró la hilacha ultra ante el levantamiento militar en La Paz. Gas y litio, asuntos comunes. La cumbre del Mercosur, el episodio que viene.
Tras la primera advertencia del presidente Luis Arce, sobre un intento de golpe en Bolivia, en la red social que supo llamarse Twitter, pasaron apenas 19 minutos hasta que el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagroreaccionó con su «condena más enérgica». Esta vez veloz, el oriental parece haber quedado escaldado por las críticas a su actitud cómplice en la intentona anterior, la que destituyó a Evo Morales en 2019.
Con el correr de los minutos se sumaron Luiz Inácio Lula da SilvaAndrés Manuel López ObradorGabriel BoricGustavo Petroy, entre otros, Dina Boluarte y Luis Lacalle Pou, demostrando que la defensa de la democracia no hace distingos entre izquierdas y derechas, al menos en tanto unas y otras sean, justamente, democráticas.

Mientras, Javier Milei, además de –se supone– gobernar, se dedicaba a repostear adulacionesataques a los «enemigos»estadísticas discutibles sobre la evolución de los salarios, números sobre la evolución de la base monetaria y fantasías sobre un rebote de la actividad. ¿Cómo reprocharle esa indiferencia si ya en la campaña confesó que su opinión sobre la democracia se explicaba por el Teorema de la Imposibilidad de Arrow?

Conforme pasaron las horas, ante el silencio del Presidente, de su oficina de prensa y de la propia Cancillería, las personas que valoran la democracia en la Argentina debieron conformarse con un tardío y ambiguo mensaje colgado en la cuenta personal de Diana Mondino, que, al no hacer menciones de tiempo y espacio, no se supo si era una reflexión filosófica genérica o una insistencia en la postura oficial de vincular la protesta social doméstica con el golpismo, disparate peligroso y defendido con pasión por Carlos Stornelli en Comodoro Py.

Hubo que aguardar todavía un rato para que el jefe de Estado se limitara a reproducir el mensaje de su canciller… cuando todo ya había terminado. Oficialmente, recién por la noche del miércoles, tarde, en un comunicado de catálogo del Palacio San Martín.

No hay nada que hacerle: al gobierno de ultraderecha, inmerso en reivindicación de los crímenes de la dictadura y en su propia deriva hacia posturas autoritarias, le cuesta un montón defender las instituciones.

La génesis de una crisis

A la medianoche, la emergencia en Bolivia se diluía ante la falta de contexto local e internacional para la aventura de los militares golpistas y su cabecilla, el jefe del Ejército, Juan José Zúñigaera detenido.

Nada nuevo: los fenómenos que zamarrean las libertades públicas muchas veces nacen de las mezquindades personales de dirigentes que se reivindican democráticos y progresistas. De hecho, el general coló su carta golpista en el marco de una crisis política y económica, estrechamente vinculada a la brutal interna protagonizada por Evo Morales y por Arce en el Movimiento al Socialismo (MAS).

Zúñiga anticipó su desafío al responder en una entrevista televisiva contra la posibilidad de que Morales regrese al poder en las elecciones del año que viene. «Legalmente está inhabilitado» y «el Ejército, las Fuerzas Armadas tienen la misión de hacer respetar y hacer cumplir la Constitución Política del Estado. Ese señor no puede volver a ser presidente de este país», decidió.

Esa respuesta, explicó, involucraría «todas las herramientas y los instrumentos que nos otorga la Constitución Política de Estado», porque los militares son «un brazo armado del pueblo, un brazo armado de la patria».

Horas después proclamó un «golpe militar con nombramiento de autoridades», se trasladó al frente de una columna de militares al Palacio Quemado de La Paz, hizo derribar una puerta con una tanqueta y fue enfrentado por Arce en un tenso cara a cara. «No voy a permitir esta insubordinación», le dijo el mandatario.

La audacia del militar no cuajó y motivó un reemplazo de toda la cúpula castrense, pero deja huellas.

«Pido, ordeno, dispongo que todo el personal que se encuentra movilizado en las calles debe retornar a sus unidades», dijo el nuevo comandante del Ejército, José Wilson Sánchez. ¿Habrá músculo suficiente para detener al resto de los participantes de la asonada?

En la noche del miércoles, Morales celebró la vuelta a la peculiar normalidad institucional.

Lo que viene tras el intento de golpe en Bolivia

Arce, ministro de Economía de Morales, fue la carta de este último para que el MAS volviera al poder tras los comicios que pusieron fin al proceso golpista de 2019, respaldado –cabe recordar– con complicidad política y diplomática, y con material represivo –que sirvió para aplastar protestas con un costo de 36 vidas– por Mauricio MacriJorge Faurie y Patricia Bullrich. Sin embargo, a poco de andar, la construcción de un nuevo liderazgo en el MAS enfrentó a los dos referentes.

El año que viene habrá elecciones presidenciales y tanto Arce como Morales pretenden presentarse.

El primero no cuenta con más limitaciones que la de una economía que presenta problemas –menor crecimiento, falta de divisas y ciertas tensiones de precios–; el segundo, un fallo emitido en diciembre último por la Corte Constitucional, que estableció que la Carta Magna de 2009 impide más de dos mandatos, límite largamente superado por el líder indígena en virtud del curioso argumento de que participar en elecciones es un derecho humano.

Ese tribunal, que contradijo lo que él mismo había permitido en 2017 al habilitar una tercera reelección, estableció, en base al artículo 168 de la Constitución, que «el presidente y el vicepresidente de Bolivia sólo pueden ejercer su mandato por dos períodos continuos o discontinuos». Sólo dos.

Morales desconoce esa decisión y mantiene su postulación, gestos a los que sumó lo que considera una «autoexpulsión» de Arce en el MAS. En ese caldo hundió Zúñiga su torpe complot.

Bolivia, Argentina y Vaca Muerta

Mientras Milei se dispone a dilapidar en la sesión convocada para este jueves en la Cámara de Diputados la emergencia de la Argentina como potencia energética regional a través del abusivo Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI), Bolivia declina como proveedor de gas natural.

Lo que para nuestro país sería una oportunidad, para el vecino es una tragedia: sus exportaciones a Argentina y Brasil fueron el año pasado apenas un tercio de las de los buenos viejos tiempos, apenas superiores a los 2.000 millones de dólares que se necesitan cada año para importar combustibles refinados. Esto se ha traducido en una creciente escasez de divisas, un freno para la actividad –el crecimiento el año pasado fue del 3%, pero caería a la mitad en el actual– y en tensiones sobre los precios de algunos alimentos, aun en un contexto de bajísima inflación.

¿Podrá rescatar al vecino el litio, la gran esperanza blanca, cuya explotación tiene un sesgo mucho más favorable a los Estados en Bolivia y en Chile que en nuestro país, miembros todos del llamado «triángulo» de esa materia prima crucial para las baterías eléctricas?

Vaya curiosidad: a las reyertas personales y políticas de los partidos que se reivindican democráticos y populares, la falta de dólares y la crisis de modelo productivo se suman como factores para extremismos oportunistas.

Lo que muestran los eslabones débiles

Pese a su progreso en la era Morales –añorada por buena parte de la población–, Bolivia sigue siendo un país pobre y uno de los eslabones débiles de América Latina. Suele ocurrir que estos son los primeros que se rompen cuando la cadena se tensa y que lo hacen de un modo crudo, poco sublimado.

Sin embargo, sería un error para países como la Argentina subestimar posibles acechanzas para su propia institucionalidad cuando su gobierno se muestra tan poco sensible al respecto y cuando pasa lo que pasa no solamente en Bolivia, sino también en vecinos como Perú y Ecuador, sin dejar de considerar las asonadas perpetradas por las ultraderechas en gigantes como Brasil –2023– y hasta Estados Unidos –2021–.

Javier Milei y Lula da Silva, ¿sin retorno?

Lo ocurrido en Bolivia será un tema de primer orden en la Cumbre del Mercosur que se llevará a cabo el 8 de julio en Asunción. Ese país, cabe recordar, es un Estado asociado del bloque.

Todo indica que habría más tormenta que diálogo ese día entre Milei y Lula da Silva. Antes de que estallara la crisis en La Paz, el brasileño demandó en una entrevista una satisfacción por los insultos que le dedicó largamente el ultraderechista: «ladrón», «corrupto» y –¡tanto peor!– «comunista».

«No conversé con el presidente de Argentina porque creo que él debe pedirle disculpas a Brasil y a mí. Dijo muchas tonterías. Sólo quiero que él pida disculpas«, marcó la cancha«Que el presidente gobierne la Argentina está bien, no tiene que gobernar el mundo», agregó.

Sin embargo, Manuel Adorni replicó que «el Presidente no ha cometido nada que lo que tenga que arrepentirse». Es insólito el modo en que el mandatario argentino convierte sus tirrias personales –y su modo de antagonizar para la tribuna– en problemas de Estado.

Hay, entre ambos, otro entripado: el pedido de refugio que más de 60 bolsonaristas prófugos de la Justicia de su país tramitan en la Argentina, lo que convertiría al país en un santuario para golpistas. Lula da Silva pretende que aquellos –algunos procesados, pero otros ya condenados por el asalto a las sedes de los tres poderes el 8 de enero del año pasado– sean devueltos a Brasil o cumplan sus penas de prisión aquí, una posibilidad que parece lejana.

(Nota publicada en Letra P).