LA QUINTA PATA | El peronismo, Martín Lousteau y la orfandad del 44%

El paso de la ley ómnibus por el Congreso deja la hipoteca del RIGI. La oposición dura deserta y el presidente de la UCR cae en el fetichismo de las formas.

Si el peronismo renuncia a plantear una sola alternativa para limitar los excesos de Javier Milei, especialmente con el RIGI; si el Presidente compró votos en el Senado con embajadas y nombramientos en entes que manejan represas de caja generosa, y si las referencias de lo que se propone como un centro político con visión de futuro, como Martín Lousteau, amagan y no concretan, la sociedad queda indefensa.

Así, entre omisiones que sólo contribuyen a dejar que Terminator cumpla con su meta de «destruir el Estado desde adentro», transfuguismos y animadores de un centro que no merece terminar de nacer, el proyecto Bases obtuvo sanción en el Senado y se encamina a lograr la definitiva en un segundo tratamiento en Diputados. En el medio quedó el abusivo Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI), que supone una hipoteca pesada para los próximos 30 años de vida nacional, y, si tuviera éxito, un seguro de que la Argentina pierda dos de sus últimas esperanzas para terminar con la restricción de divisas, pagar algún día sus deudas, diversificar su matriz productiva y exportadora, y mejorar el nivel de vida de la sociedad: la minería y, sobre todo, el gas y el petróleo de Vaca Muerta. ¿Cómo explicar tanta colaboración, prestada de modos tan diversos? Corrosiva para la democracia, la decepción avanza.

Conviene centrarse en el RIGI, el elemento de reforma más estructural de la Argentina por venir y que efectivamente quedó en manos de Milei.

Javier Milei, la política y el Círculo Rojo

La redacción del régimen que llegó de la Cámara Baja a la Alta era de un desequilibrio feroz en favor de las grandes compañías extranjeras y locales.

Sobrepasa toda la casuística internacional más proinversión que se conozca. Está destinado a proyectos superiores a 200 millones de dólares. Les ofrece estabilidad tributaria por 30 años, un tope del 25% en el impuesto a las Ganancias, la posibilidad de computar a cuenta de este gravamen todo lo que se pague por «impuesto al cheque» y créditos fiscales transferibles para el pago del IVA.

Además, en su redacción original las empresas no debían limitarse a ninguna norma de «compre local» de insumos y podían importar con arancel cero todo lo que necesitaran para producir, nuevo o usado.

Y lo peor: tendrían libre disponibilidad de las divisas generadas por sus exportaciones de modo creciente: 20% el primer año, 40% el segundo y 100% desde el tercero. Dado el tiempo que le toma madurar a un proyecto de esa envergadura, esto último supondría en los hechos que no existiera ningún requerimiento de liquidación local de divisas, salvo las mínimas indispensables para abonar los pocos impuestos exigibles o pagar a algún proveedor.

Se suponía –se había prometido– que el Senado repararía esos excesos o, en un extremo, los impediría a la espera de un proyecto de incentivo de inversiones que, si bien es necesario, no puede suponer una lápida para el desarrollo del país. Lo prometido será deuda.

Peronismo ausente, centro impotente: Javier Milei sonríe

Como se ha dicho, el peronismo del Senado se aferró a una estrategia de «todo o nada», praxis cómoda que le permite pavonear en comisión, no preparar ni un texto alternativo, negociar poco y nada con sectores afines y prestarse, finalmente, a un show como el de José Mayans, para explicarle a Milei cómo terminan realmente las películas de la saga Terminator. Fue simpatiquísimo, digamos todo.

Incluso el peronismo que se dice cansado de las líneas que baja Cristina Fernández de Kirchner se plegó a la orden de La Jefa de apegarse al plan A de bajar el proyecto en su totalidad. El plan B y el C eran idénticos al primero. Ahora que el texto fue sancionado, el resultado es que el peronismo, que aspira a volver a gobernar este país sin que quede antes arrasado por su propia herencia y por la que deje La Libertad Avanza (LLA), se ha desentendido del desenlace de un proyecto que se propone formatear por décadas las relaciones entre capital y trabajo, y entre gran empresariado y Estado.

Así, quedaba entonces el eterno centro nonato, el que se apega fanáticamente a un fetichismo de las formas y se desinteresa por los resultados de sus acciones.

No se trata de que esta columna señale los dramas que entraña el RIGI, cuya eficacia para atraer inversiones se jugará en la medida de la codicia de quienes se aventuren a enterrar dinero a pesar de las resistencias políticas evidentes y del riesgo de una futura derogación y litigios internacionales. Se trata de que los señalaron legisladores que, aun oponiéndose, abrieron el paso a la paradoja de que su rechazo, culo en butaca, resultara crucial para su aprobación.

Martín Lousteau y la UCR: un líder sin liderados

Lousteau es el presidente de un partido en el que casi nadie le lleva el apunte, tanto que en el Senado perdió dentro de su propio bloque 12 a uno. Es decir que una docena acompañó a LLA y que él se quedó solo con su dictamen de minoría. Tal vez el capricho de presidir lo que no preside sea su mayor pecado.

Martín Lousteau brilló en los debates en comisión, secundado por Guadalupe Tagliaferri (PRO… ¿larretista?). En referencia al RIGI y al blanqueo impositivo habló de «escándalo» y de un texto que «va a marcar los próximos años en la vida y las posibilidades de desarrollo de todos los argentinos».

Ya en el recinto, se expresó contra las facultades delegadas al Presidente, conseguidas, cabe recordar, por su decisión de prestar cuórum. Sin eso no habría existido 36-36 inicial para la aprobación en general, desempate de Victoria Villarruel ni nada de lo que siguió. No impedir la sesión fue una concesión a la interna, un modo de evitar que crecieran las impugnaciones a su lugar en el partido, pero tuvo efectos para el país.

En referencia estricta al régimen de inversiones, sostuvo que se pretendía «aprobar una legislación que es a favor de los más poderosos» y que «este RIGI, como está planteado, da más que lo que las empresas piden» gracias a la redacción aportada por «los grandes estudios jurídicos».

«Queremos abrir las puertas a las grandes inversiones, pero no a costa de regalarles el país», sentó sus principios.

Son palabras fuertes.

Las razones de Martín Lousteau

Tal como estaban las cosas tras el llamativo juego de dos santacruceños –porque no todo dependía de él–, la realidad era que la realización de la sesión dependía de que Lousteau diera o no diera quorum. Lo hizo. Según declaró en Radio Con Vos, «no quorum es dilatar y dar más tiempo para que se sigan negociando prebendas». «Yo no estoy para obstaculizar, sino para mejorar lo que hay», agregó. Otra carta de presentación.

Una fuente de trato permanente con el senador radical le dijo a Letra P que «Martín hizo el trabajo más profundo en comisiones, que es donde correspondía, y después planteó sus puntos de vista en el recinto. No dar quorum es un recurso extremo que se usa para bloquear una ley y esa no era su intención. Lo que quería era que saliera la mejor ley con todo los cambios que propuso».

Es más, aseguró, «él no contemplaba el RIGI. Según lo propuso en el recinto, el régimen no debía ser parte de este proyecto. Pero bueno, son las reglas de la democracia y perdió la votación».

El senador se ufanó de los resultados de su actitud constructiva. 

¿Tomará en cuenta la posibilidad de que Diputados, con el concurso de los radicales a los que solamente lidera formalmente, porque no en los hechos no le responden, retrotraiga todas esas reformas e insista con el texto original?

El RIGI que nos queda

Asimismo, el RIGI fue modificado de modo marginal en el Senado al extender en apenas un año –hasta el cuarto– el plazo para llegar a la libre disponibilidad de divisas y al imponerles a las empresas la obligación de comprar un módico 20% de los insumos que requiera –ojo, calculados sobre su inversión inicial, no de sus compras a lo largo de las décadas– en el mercado local. Tres empanadas.

Él mismo reconoció que el saldo, en términos del régimen para las grandes inversiones, resultó enormemente decepcionante.

Pero, nuevamente, ¿subsistirán esas enmiendas ante la porfía oficial anunciada por Guillermo Francos –incluso contra lo pactado con los senadores–, muy probablemente secundada por Rodrigo de Loredo y los suyos? Tanto esfuerzo…

Tránsfugas, desertores y contadores de cuentos aparte, hay un sector de la opinión que pondera a Lousteau –y a Tagliaferri– por haber dado quorum y haberse prestado a dialogar aun cuando su presencia y derrota suponga una hipoteca de 30 años para el país, el avance de un proyecto «escandaloso» y el riesgo de pérdida de «las posibilidades de desarrollo de todos los argentinos» que representa Vaca Muerta. Es el fetichismo del diálogo.

Marcelo Bielsa hace escuela

Como se dijo, la sanción de Bases y sobre todo la aprobación del RIGI no son culpa de Lousteau ni de los peronistas centristas que afirman tener una receta alternativa para una Argentina mejor, diferente de la que se agotó con CFK, naufragó con Mauricio Macri y Alberto Fernández y amaga con devenir en drama con Milei. Sin embargo, llama la atención tanto bielsismo, tanto culto a «la nobleza de los recursos utilizados» cuando están en juego cuestiones definidas por ellos mismos como la entrega de la patria y la clausura de cualquier noción de desarrollo.

De lo que se habla es de la tantas veces anunciada y nunca concretada aparición de la «ancha avenida del medio», la Argentina centrista capaz de salir del terraplanismo económico que abunda a izquierda y derecha, y de darle al país un rumbo razonable entre la necesidad de oxigenar la inversión y la de mejorar la calidad de vida de una sociedad asolada por la pobreza, la indigencia y la desesperante falta de perspectivas para su juventud.

Ese centrismo, obnubilado por la estética del diálogo y desinteresado por su contenido, padece la vocación de hundirse en un agujero negro político y electoral.

(Nota publicada en Letra P).