El segundo semestre, una carrera de obstáculos para Javier Milei

A seis meses de asumir, la economía arroja un balance que debería preocupar al Gobierno. Luces de alerta rumbo a las elecciones de medio término.

El gobierno de Javier Milei cumple este lunes seis meses y los indicadores de la economía, fundamentales en lo que respecta a su razón de ser como fenómeno de poder, arrojan un balance que debería preocuparlo. En materia de actividad y nivel de vida, el color es rojo intenso; en lo financiero, lo que hasta hace un par de semanas parecía relativamente satisfactorio empieza a arrojar señales de preocupación para la Casa Rosada y el Palacio de Hacienda.
Las luces de alerta titilan más velozmente si se concibe lo que ocurrirá en el segundo semestre que comienza como la preparación para 2025, cuando se jugará, en elecciones intermedias, la suerte política de la mitad final del proyecto de ultraderecha.

Aunque anuncia que «arrasará en las urnas», Milei debería asumir dos matices. Primero, que eso dependerá de que mantenga el favor de la mitad más algo de la sociedad que lo llevó al gobierno, algo que no es seguro de acuerdo con cómo van las cosas y por más que el relato ponga en duda incluso el nivel de pobreza imperante. Segundo, que una eventual victoria como la que promete le renovaría el capital simbólico, pero no el concreto: lo que podría ganar en términos de bancas en el Congreso lo haría, en esa hipótesis, a expensas del PRO y del radicalismo, lo que arrojaría un saldo neto no demasiado diferente del actual, que oscila, con el favor de esos aliados que pondrán muchos escaños en juego, en torno del tercio necesario para evitar los males del contraveto y, fantasía de algunos, el juicio político.

Si la segunda mitad del año será la cocina de platos tan sustanciosos, hay que posar la mirada no solamente en los temas habitualmente tratados –paciencia popular, ajuste, inflación, ingresos, desempleo, recesión y hasta pobreza–, sino en una de las principales limitaciones del plan de Luis Toto Caputo: la maldita deuda.

En casa de herrero…

La medida de todas las cosas

El riesgo país es la diferencia entre el rendimiento de la deuda nacional y la de los Bonos del Tesoro de Estados Unidos, considerados riesgo cero por ser ese país dueño de la impresora de dólares. Aunque a veces se hable de él menos que lo conveniente, es –junto con la inflación, la cotización de los tipos de cambio paralelos y las reservas– el gran indicador a seguir.

El cierre del viernes lo dejó en 1.582 puntos básicos, es decir 15,82 puntos porcentuales. Eso significa que si se le añadiera lo que rinden los Treasuries, en caso de salir a tomar deuda, Argentina lo haría a una prohibitiva tasa del 20% anual el dólares. Esto, claro, es solo un ejercicio teórico porque, en esos niveles, el mercado voluntario está cerrado para el país.

El 4 de octubre, cuando rozó los 2.800 puntos básicos, comenzó una caída persistente dada la convicción del mercado de que ganara quien ganara –Milei, Sergio Massa o, más rezagada, Patricia Bullrich–, el próximo presidente le resultaría amigable.

Esa tendencia tocó piso el 22 de abril, cuando cerró a 1.148. Desde entonces trepó nada menos que 38%. Para Milei, esto fue producto del obstruccionismo opositor al proyecto Bases y de la acción de los «degenerados fiscales», los «cínicos e indiferentes» que pretenden que los jubilados pasen menos penurias o que las universidades sigan funcionando. Para los observadores más críticos, la causa radical en las inconsistencias del propio Caputazo. Por una vez, todos tienen razón: al mercado sólo le importa que el Gobierno tenga los recursos fiscales y los dólares suficientes para pagar.

La loca carrera del segundo semestre de Javier Milei

Mientras se espera para saber si la actividad rebotará en forma de V, de U, de L o, como jugó este medio, de raíz cuadrada invertida, el gran reto del ministro de Economía es volver a bajar el riesgo país para regresar al mercado antes de fin de año y así comenzar a refinanciar vencimientos que, si hubiera que poner billete sobre billete, serían imposibles de afrontar el año próximo.

Ese objetivo –complicado por la inclinación de tenedores que compraron muy arriba y vendieron cuando les pareció el momento adecuado para consolidar una ganancia sideral– debería mejorar lo ocurrido hasta abril. Para que el rollover no sea una quimera, el riesgo soberano debería llegar como mínimo a 800 puntos básicos o, siendo muy laxos, por debajo de 1.000. Cualquier otra cosa consolidaría la impresión de que la deuda es impagable, lo que haría imposible continuar refinanciándola.

La percepción de actores clave del Círculo Rojo financiero –de acá y, en el exterior, el vinculado a mercados emergentes– no juega precisamente a favor debido a las dudas sobre la gobernabilidad, la acumulación de reservas, el futuro del superávit fiscal y el cepo, y el nivel del dólar oficial que muchos perciben como atrasado. En los próximos días habrá que prestar atención a si, como se propone el Ejecutivo, una sanción en el Senado –con enmiendas moderadas– del proyecto ómnibus XS, el giro esperado de 800 millones de dólares del FMI y una nueva baja de la inflación de mayo –junio podría ser otro cantar– conformarán un cúmulo de noticias que convenza a algunos de volver a comprar bonos y hacer bajar ese indicador sensible y chillón.

Un dilema de hierro para la economía

Buena parte del proyecto de Milei depende de esa reducción del riesgo soberano. No conseguirla lo sometería a un dilema de hierro: pagar cash –algo que, para peor, podría ser imposible– o aceptar la caducidad del dogma libertario de respetar a rajatabla el derecho de propiedad y la vigencia de los contratos. Las dos opciones podrían resultar ruinosas en términos de confianza pública y proyección electoral.

¿Por qué?

Supongamos que, dados los factores mencionados, refinanciar no se hiciera posible y que el Gobierno evitara renegociar la deuda nacional por enésima vez, lo que supondría en el fondo una amenaza de cesación de pagos. Así, en caso de pagar «con los recursos existentes», habría que hacer frente a un mínimo de entre 10.000 y 12.000 millones de dólares.

De acuerdo con datos de Suramericana Visión, la consultora del exministro peronista Martín Guzmán, los vencimientos del Tesoro nacional ascienden en 2025 a 8.000 millones de dólares, a los que hay que agregar 2.000 millones de Bopreal –la nueva e inédita deuda en moneda estadounidense del Banco Central– y otros 2.000 millones de provincias. A eso habría que añadir unos 5.000 millones para organismos internacionales, que suelen ser más fáciles de refinanciar, y deuda en pesos de corto plazo.

El cúmulo impacta y podría resultar más desafiante si China decidiera no darle soga a un gobierno que la ha destratado de mil maneras, no renovara el swapcambiario y exigiera la devolución de 2.900 millones de dólares a fin de este mes y de 1.900 millones más a fines de julio.

El legado de Martín Guzmán

Todas las renegociaciones parecen favorables al momento de firmarlas y negativas cuando llega la hora de pagar. ¿Qué saldo corresponde hacer de la sellada por el primer ministro de Economía de Alberto Fernández en el año 2020 del Gran Confinamiento?

En su momento, tanto la oposición de Juntos por el Cambio como los propios acreedores pretendían que se comenzara a pagar fuerte antes de 2025. En la otra punta, el sector que respondía a Cristina Fernández de Kirchner respaldó ese entendimiento y sólo forzó una virtual ruptura del entonces Frente de Todos en 2022, cuando llegó la hora de expedirse sobre el acuerdo con el FMI.

Esa vía del medio, que parecía razonable en su momento, dependía, para no llevar al país a una nueva crisis de deuda o default, de dos factores: orden político y suerte, según se decía entonces en el propio gobierno panperonista. Se sabe que, por diferencias públicas, pésimas políticas de manejo del superávit comercial y una sequía histórica, no hubo ni lo uno ni lo otro.

Acá estamos.

La opción que no es opción

Si, como se dijo más arriba, Milei y Caputo no lograran derrumbar el riesgo país y así rollear los vencimientos del año electoral, y si rechazaran renegociar los vencimientos desde una posición rupturista, quedaría la opción de pagar en dinero contante y sonante.

El problema es que esa alternativa, además de ser de dudosa viabilidad, sería negativa para reactivar la economía y el eliminar el cepo, tales las demandas de la sociedad y del Círculo Rojo empresarial que votarán ya sea con sufragios efectivos o con dinero para hacer campaña y otros respaldos.

Analicemos ese escenario.

Si el Gobierno no pudiera refinanciar los vencimientos y tuviera que pagar, digamos, 10.000 millones de dólares, necesitaría contar con divisas suficientes del superávit comercial, equivalentes a dos puntos porcentuales del PBI.

Si –como sostiene el dogma mileísta– el Tesoro no recibiría asistencia del Banco Central, debería contar con un superávit fiscal primario equivalente para comprar esas reservas, lo que implicaría acelerar la motosierra del ajuste en un contexto político en el que más valdría ralentizarla.

Para que exista esa disponibilidad de dólares, la actividad debería seguir fría, de modo que una reactivación no incrementara las importaciones y redujera el saldo comercial favorable.

Asimismo, el Banco Central debería mantener regulaciones financieras como la obligatoriedad de liquidar exportaciones, lo que le impediría eliminar el cepo, algo a su vez necesario para evitar peligros de estallido cambiario y reactivar por el lado de la inversión.

Por otro lado, obviamente, pagar de ese modo limitaría la acumulación de reservas –ya mediocre en la campaña en curso– y acentuaría más la fragilidad cambiaria y la imposibilidad de eliminar el cepo. Ni que hablar de ir hacia una dolarización.

La complejidad del proceso se incrementaría por la acumulación de vencimientos en pesos, una estrategia destinada a sanear el balance del Banco Central, cuyo pasivo se está transfiriendo por esa vía al Tesoro. Para que este pueda refinanciar esos compromisos con una tasa de interés pisada, como hasta ahora, debería a su vez mantener el cepo.

Así las cosas, la evolución de ese concepto en apariencia lejano que es el riesgo país se mixtura íntimamente con el escenario electoral y con la propia viabilidad del proyecto paleolibertario.

Bienvenidos al segundo semestre.

(Nota publicada en Letra P).