El dólar, del que sería mejor no hablar con Javier Milei

El avance del blue y los financieros traen incertidumbre. Los mercados reaccionan contrariamente al relato presidencial. Atraso, brecha y devaluación.

El dólar blue, que según el presidente Javier Milei ya no es ilegal pero que sigue siendo informal, continuó agudamente su avance de los últimos diez días. Este martes trepó 50 pesos, 4,24%, y finalizó a 1.230 pesos. En la víspera había ganado 5,36%. La tendencia no se quedó en ese mercado pequeño.

Más relevantes por volumen de mercado y como referencia, los tipos de cambio negociados en bolsa –las diferentes versiones del MEP y el Contado Con Liquidación– también subieron y lo hicieron de un modo bastante más expresivo que el lunes.

¿Hay que preocuparse por la eterna maldición del país?

Según le dijo a Letra P el analista financiero Christian Buteler, «la suba responde básicamente a una tasa de interés ya muy baja, que rinde 2 o 2,5% (mensual) en pesos, y que no atrae frente a un dólar que está atrasado. Además del blue, los tipos de cambio financieros también crecen y eso es algo a tener en cuenta porque describe un movimiento de todo el mercado del dólar».

Atraso, palabra prohibida para Javier Milei

«Atraso», se sabe, es una palabra que ni Milei ni el ministro Toto Caputo quieren que se pronuncie, pero basta con constatar que el más relevante, el «contado con liqui», que sirve para sacar legalmente divisas del país, ha crecido 22,8% en lo que va del año frente a una inflación que acumuló en el mismo lapso 65%.

¿Hay margen para que la tendencia continúe? Conviene prestar atención a lo que ocurra en la rueda de este miércoles y, claro, en las subsiguientes, porque los mercados financieros no se rigen por movimientos rectilíneos y uniformes.

«Todavía es muy pronto para hablar de corrida. Por el momento hay que pensar en un dólar que recupera parte de lo perdido frente al resto de los precios en estos en estos últimos meses, más cuando muchos precios se calcularon a valores más altos que el actual», añadió Buteler.

«Tampoco veo que esta suba vaya impactar en precios, al menos ahora y en estos en estos niveles. Pero, obviamente, si dentro de una semana vemos que el dólar sigue subiendo 2 o 3% por día, bueno, ahí tendríamos que cambiar la mirada».

La respuesta de los mercados

Milei y su ministro de Economía suelen ufanarse de la respuesta de los mercados a su política de ajuste, pero los acontecimientos más recientes permiten, al menos, poner en duda esa afirmación.

No sólo el dólar por ahora avisa, sino que la reducción del riesgo país, impresionante al inicio de la actual gestión, se frenó en seco en torno a los 1.200 a 1300 puntos básicos, esto es 12 o 13 puntos porcentuales por encima del rendimiento de los Bonos del Tesoro de Estados Unidos. En estos niveles, Argentina sigue excluida por un campo de cualquier acceso al mercado voluntario de deuda, algo que se hará más importante cuando los vencimientos fuertes del año próximo se acerquen e impongan el dilema de hierro: rolleo o renegociación.

Las señales negativas del dólar, como dijo el analista consultado, responden a dos hechos: su retraso relativo frente a la inflación y el límite de la política de reducción de tasas de interés establecida por el Banco Central para licuar sus pasivos remunerados –y su contracara, pato de la boda de esa política: los plazos fijos de los ahorristas–.

En efecto, la entidad que conduce Santiago Bausili decidió la semana pasada una nueva reducción de la tasa de referencia a apenas el 40% anual. El rebote del dólar le impondría, si se sostuviera, un límite brusco a esa estrategia. En concreto: la licuadora dejaría de funcionar para mejorar el balance de la autoridad monetaria.

El problema anexo a eso es que eso demoraría más la apertura del cepo cambiario y, en paralelo, de alguna forma de reactivación de la actividad. De dolarización, mejor ni hablar.

Brecha, incertidumbre y devaluación

En tanto, la brecha entre esos tipos de cambio paralelos y el oficial, que Caputo y Bausili siguen atrasando al actualizarlo al 2% mensual –muy por debajo de la inflación pasada y de la esperable en lo sucesivo–, se ha estirado por encima del 30%. Eso, claro, pulveriza otro argumento del mandatario –»Prácticamente no hay brecha», dijo hace poco– e introduce una dosis ponzoñosa de incertidumbre sobre el futuro.

Si esta tendencia se sostuviera –la gran variable de lo que está en juego–, las expectativas de una devaluación ya sea más acelerada o directamente discreta, de un salto, del oficial crecerían. Así, surgirían más incentivos para que los exportadores retengan soja y compliquen la acumulación de reservas, ítem que forma parte de los compromisos asumidos con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y que hasta ahora se ha cumplido gracias al retaceo de divisas a los importadores y a una caída sensible de las compras externas por la megarrecesión.

El relato oficial es multipropósito: si los tipos de cambio paralelos bajan, se festeja, y si suben, también. En algunos despachos oficiales destacan que, dado que los exportadores liquidan el 80% de sus ventas en el mercado oficial y 20% en el del CCL, lo que está ocurriendo es bueno porque les mejora el precio.

Sin embargo, el problema no es ese, sino las estrecheces de la política oficial que desnuda la tendencia y los riesgos potenciales que entraña.

Algo comienza a hacer ruido siempre que el dólar se convierte en un titular para los medios.

(Nota publicada en Letra P).