Efecto universidades: la política, entre amagues y reapariciones con Mayo demasiado cerca

El día después de la marcha por la educación pública dejó señales ambiguas de un clima revuelto. Mueve CFK. El libreto de Milei y el extraño caso De Loredo.

Los efectos de fondo de la alianza de clase media que debutó en las calles de todo el país en defensa de las universidades públicas se verán a lo largo de meses o acaso de años, pero sorprende la velocidad con que la política se agitó a su alrededor. Esto es así desde el gobierno de Javier Milei hasta la oposición, con sustos evidentes, tachaduras y enmiendas apresuradas de libreto y emergencias imprevistas de más de uno y una que se habían guardado tras las elecciones.

¿Quienes se dan a sí mismos el rol de dirigentes asumirán alguna vez que eso supone liderar, lo que significa apoyar el oído en la tierra y tomar riesgos, en lugar de simplemente correr detrás de los acontecimientos?

Precalentando…

La marcha nacional del 23-A sacudió a la política. Al fortalecimiento del ala radical de Facundo Manes y el más ambiguo Martín Lousteau se sumaron las reapariciones de Sergio Massa y de Horacio Rodríguez Larreta, el primero movido por su necesidad de no dejar tan sola a la niña de sus ojos –la clase media trabajadora– y el segundo por su decisión de mostrar ya mismo que buscará revancha. Todo eso es evidencia del martes. La novedad del día después fue el anuncio del regreso de Cristina Fernández de Kirchner.

La expresidenta posteó en Twitter que decidió aceptar una invitación de la intendenta camporista de Quilmes, Mayra Mendoza, para inaugurar un microestadio. ¿Será casual que la anfitriona sea quien viene de ponerle mala cara en las fotos a Axel Kicillof en una reciente visita de ese gobernador? Se verá si CFK dice algo el sábado sobre esa interna cruel.

Si Cristina sale a la cancha, sobre todo si lo hace para referirse a «este experimento del anarcocapitalismo y el sufrimiento inútil al que está siendo sometido el pueblo argentino», el peronismo se agita; se verá de qué lado de la grieta interna cae cada uno. Eso es, en el fondo, lo que busca en medio de tanto laissez-faire, tanta dificultad de Máximo Kirchner para alinear lo que desearía y tanta crisis de liderazgo.

¿Cantará Cristina la que sabemos todos o presentará, por fin, una nueva canción? Si ocurriera lo segundo, claro, ella aspiraría a ser la letrista.

Un libreto corregido de apuro

Ante una protesta probadamente masiva y en medio de un intenso pase de facturas internas, Javier Milei intentó dejar atrás el paso en falso del martes posmarcha, cuando se presentó como un león sobrador que se bebe en taza las lágrimas de los zurdos y que descubre cientos de miles de traidores, incluso, cabe suponer, en sus propias filas. Lo hizo con un posteo en el que volvió a exhibir, como en la fallida cadena del lunesun ida y vuelta argumental que parece una señal de desorden.

El Gobierno, o al menos alguna mente lúcida aún capaz de habitarlo, reparó en que la euforia ultraderechista se metió con un corpus institucional de alto prestigio social y que, con ello, pateó el cable más pelado de las expectativas de las clases medias, su principal fuente de apoyo electoral. Como dijo este medio, el oficialismo no sólo perdió en la calle, sino también en su ágora favorita, las redes sociales, según mostró un trabajo de la consultora Ad Hoc.

Argumentos, antecedentes y realidades

El título del posteo del jefe de Estado, Causas nobles. Motivos oscuros, pareció salvar, al menos, a la concurrencia. Sin embargo, el texto fue un retruco en el que denunció que «los mismos vivos de siempre utilizaron el escudo de una causa que suena noble para defender sus intereses de casta». En la calle, diría si se animara, hubo corderos.

Negó tener planes de cerrar las universidades nacionales y mencionó un giro de «gastos de funcionamiento» que, en realidad, no asegura nada, como te cuenta Letra P. Se declaró, cuándo no, víctima de una operación política y denunció la aparición en la movilización de «las mismas caras de siempre», entre quienes mencionó a Massa, Cristina, Lousteau, (EmilianoYacobitti, la CGT, la CTA, el radicalismo cómplice y todos los demás actores de la clase política que se oponen a cualquier cambio». El hombre no sabe vivir sin detonar puentes.

«No vamos a ser cómplices del negocio que algunos hacen con la universidad pública. Vamos a garantizar los fondos para el funcionamiento de las universidades y vamos a auditar cómo se utilizan esos fondos», sentenció. Es decir, destrabará los fondos que quiera, pisará los que le parezcan y todo seguirá como hasta ahora.

Se verán nuevas marchas y tensiones mayores porque el tiempo pasa y el ahogo crece.

Del dicho al hecho

Las auditorías que el mandatario reclama ya existen y es sabido que ese ha sido desde el 10 de diciembre el argumento que usó para pisar gastos y generar un superávit fiscal que merece ser definido como insostenible o directamente como fantasioso.

De hecho, lo utilizó para dejar en pausa al Conicetsuspender el envío de alimentos a los comedores populares y frenar la entrega de medicamentos a pacientes con enfermedades graves o infrecuentes, cuyos amparos judiciales, además, ordenó apelar. De seguro piensa que a esos argentinos les sobra el tiempo.

Nadie puede afirmar que en las universidades nacionales –como en cualquier otro lugar– no se produzcan manejos reprobables o que los criterios de asignación de gastos sean siempre óptimos; si de eso de tratara y el Presidente lo planteara de un modo razonable, millones lo acompañarían en lugar de repudiarlo en las plazas.

Milei, en verdad, no quiere mejorar el sistema, sino someterlo a la misma motosierra y licuación que explica su éxito fiscal con pies de barro. Del mismo modo en que ha denostado a los investigadores y no ha enviado comida ni remedios a quienes se los debía, tampoco quiere ahora mandar actualizaciones salariales ni fondos para que las universidades paguen facturas de luz y agua que él mismo manda multiplicar.

Peras al olmo

Esperar que Milei modifique sus posturas conocidas, nutra a quienes no comen, cure a los enfermos y eduque a los jóvenes implicaría pedirle que abandone su razón de ser política y la justificación de su paso por la historia, al menos del modo en que él las concibe.

Milei vino para «terminar con el Estado presente»; dejar en pie uno que sólo garantice «la vida, la libertad y la propiedad de los individuos», esto es no la salud ni la educación; para terminar con «la perversión de la justicia social»; para distribuir el ingreso a lo Hood Robin, entronizar a una nueva clase de héroes y recortar a la mitad el gasto público. Así lo dijo Dios.

En un sentido, no es que no «la vea», sino que, lamentablemente, no puede hacerlo.

Sin motosierra y licuadora, Milei no sería nada. ¿Cómo le respondería el mercado financiero, a esta altura su mayor –aunque veleidoso– garante, si en una dimensión paralela se le ocurriera humanizar su programa? El dólar, en un santiamén, se iría a las nubes, Luis Toto Caputo volaría a alguna playa paradisíaca y Argentina volvería a alguna de sus peores crisis.

El sorprendente caso de Rodrigo de Loredo

Otros actores, dadores voluntarios de «herramientas» de gobernabilidad, sí podrían aportar otras cosas. Con todo, nada puede esperarse de ellos porque están extraviados.

Al día siguiente de la megamarcha, el peronismo trató de instalar un debate en Diputados para asegurar el financiamiento de las universidades, pero el radicalismo que sigue a Rodrigo de Loredo es muy selectivo con sus amistades. Los peronistas les parecen gente de lo más indeseable; los ultraderechistas, en cambio, les caen mucho mejor.

Es por eso que el líder de –una parte de– la bancada de la UCR decidió no hacer bajar a sus diputados al recinto, sino –dijo– sólo a «una delegación» que, acaso, sea un grupo de rebeldes que se le va haciendo más nutrido. Con todo, las ausencias radicales, sumadas a otras que deberían explicarse, le permitieron al puntualísimo Martín Menem contar cinco voluntades menos que las necesarias para el cuórum. Claro, no hubo sesión¿La habrá la semana que viene?

De Loredo es un caso de estudio cada vez más interesante. Llora porque Milei no se deja ayudar por él, insiste en ayudarlo a pesar de ser el principal receptáculo de sus insultos, se desgarra –¡cordobés!– por el desfinanciamiento de las universidades, se expone a la injuria en la marcha, viaja a Buenos Aires, sale a la calle a demostrar que la gente lo trata «muy bien», se desconcierta ante los insultos de un colectivero y, al final, no puede responder lo que este, con razón, quería saber: si se manifestó contra el ahogo a las casas de estudios, ¿por qué no vota para financiarlas?

A esta altura cabe suponer que la permanencia de De Loredo en su puesto de conducción prueba que el radicalismo está estallado y más cerca de una ruptura que lo que podría suponerse. Asimismo, que –por ahora– una mayoría de legisladores se siente más cerca de la ultraderecha que de lo que allá lejos y hace tiempo se llamó «campo popular».

Otros –Manes… ¿Lousteau?– están en otra. Será interesante presenciar el desenlace de esa pelea que se da en medio de tantos diálogos transversales y subterráneos.

¿Shock en el Congreso?

Si de marchas y Congreso se trata, ¿tendrá algo que ver con el clima diferente que se instaló en la Argentina el martes a la tarde la nueva caída en el fango del proyecto ómnibus XS, con radicales empujando la inclusión en el texto de una reforma laboral que el pichettismo rechaza y con reyertas que sólo se explican por el lobby del tabaco? Menem podrá comprobarlo este jueves, cuando se sepa si las Bases que Milei trata de arrancar tendrán el paso que necesitan por comisión para llegar la semana próxima al recinto. El titular de la cámara baja flexibilizaba la postura oficial al extremo de que el líder se desentendía del desenlaceMayo ya está demasiado cerca.

(Nota publicada en Letra P).